Tribunero.com Portal futbolero
La Rede Globo de Brasil emitió este domingo en su programa «Esporte Espetacular» toda una dramatización sobre lo vivido por Tinga en Perú. El atacante del Cruzeiro fue víctima de racismo por parte de un puñadito de hinchas. Es reprobable el hecho pero es despreciable la manipulación por medio de un monopolio televisivo que parece disfrutar de apagar el incendio con nafta.
Que Tinga fue víctima de 50 idiotas es cierto, que Garcilaso tendrá que educar a sus hinchada, es verdad, que el humilde y casi desconocido club va a tener que pagar una multa es justo. Pero que generen casi un conflicto diplomático con el vecino Perú y que generen una onda revanchista contra el humilde equipo huancaíno cuando tenga que ir Belo Horizonte: No tiene precio, como dice una famosa publicidad.
El hecho es que los brasileños, dueños de la mayor audiencia al ser un monopolio televisivo, hicieron una dramatización tan cruel, que cualquier persona con algún desequilibrio en su mente sería capaz de ir a recibir a los peruanos, cuando les toque jugar en el Mineirâo, para apedrearlos.
Un periodista comenzó a escarbar los humildes comienzos del jugador gaúcho, y fue tanto el bombardeo que recibió que terminó llorando frente a la cámara.
La crueldad fue tal que comenzaron a pasar videos de archivo del jugador, mostraron la villa donde había nacido y a su pobre mamá, en 1997, baldeando pisos en un club de Porto Alegre para poder mantener su casa. Hicieron hincapié en que Tinga fue abandonado por su padre y que su abnegada madre se rompía las espaldas para que no falte el pan, para peor, colocaban una música que te tiraba el ánimo por el suelo.
En la entrevista, Tinga, con 19 años aparece llorando y contando que con los 2.500 dólares que recibía de suelo los iba a sacar de la miseria.
Real Garcilaso es un pobre equipo peruano, es nuevo, no tiene casi hinchas. Es vergonzoso que pidan la expulsión del equipo de la Copa Libertadores, pero tapan el sol con un dedo, porque hace un año la hinchada del Corinthians asesinó a un pibe de 14 en Oruro, Bolivia, y no pasó nada. La hipocresía puede mucho más que cualquier acto sensato.
Marcelinho Witteczeck
@lostribuneros
