Las sonrisas, o más bien su ausencia, lo dicen todo. Fue una ceremonia de entrega del trofeo como ninguna otra. No obstante, su naturaleza extraña y caótica se ajusta a la perfección a la final de 1950 que la precedió, un partido conocido como el Maracanazo que, con el paso de los años, se ha convertido en leyenda.
Jules Rimet, el presidente más longevo de la historia de la FIFA, es el señor de gafas que pone en las manos del capitán de Uruguay, Obdulio Varela, el codiciado trofeo, bautizado en su honor cuatro años antes. Sin embargo, el triunfo de Brasil parecía tan seguro, antes y durante la mayor parte del duelo, que el propio Rimet admitió posteriormente que sólo había preparado un discurso: el de la enhorabuena para la Seleção.
De hecho, en su libro «La maravillosa historia de la Copa del Mundo», Rimet reveló que ni siquiera había visto a la Celeste lograr lo que se antojaba imposible. «A falta de algunos minutos para la conclusión del partido, con el marcador aún en 1-1 [a Brasil le bastaba el empate para coronarse], dejé mi puesto en la tribuna de honor y, con los micrófonos ya preparados, bajé a los vestuarios, ensordecido por los gritos del público».
«Yo seguía en dirección al campo y, a la salida del túnel, un silencio desolador había ocupado el lugar de todo aquel júbilo. No había guardia de honor, ni himno nacional, ni ceremonia solemne. Me vi solo, en medio de la multitud, empujado hacia todos lados, con la copa bajo el brazo. Acabé por encontrar al capitán uruguayo y, casi a escondidas, se la entregué».
Ni siquiera los vencedores estaban para celebraciones. «Yo lloraba más que los brasileños», rememoró Juan Schiaffino, autor del tanto de la igualada de Uruguay en aquella clamorosa victoria por 2-1. «Me dio pena ver cómo sufrían. Estábamos todos muy emocionados».
El Maracanazo fue una experiencia abrumadora para todos los que la vivieron, y a día de hoy sigue siendo uno de los capítulos más conocidos y destacados de la historia de la Copa Mundial.
¿Sabías que…?
El Trofeo Jules Rimet fue robado en Brasil en 1983 y nunca se recuperó, pero su base original se encontró milagrosamente hace tan sólo tres años. Nadie se había dado cuenta de que llevaba 60 años en un estante del archivo de la FIFA, incluso se daba por perdida. Ahora se exhibe con orgullo en el Museo del Fútbol Mundial de la FIFA de Zúrich.
Fuente: www.fifa.com
Diego Martín Yamus.
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