Tristeza, amargura, ganas de llorar, esos pueden llegar a ser los calificativos para describir lo que siento, y la mala noche que tuve que encarar. Es impresionante como un partido puede llegar a afectarnos, sea por la euforia del triunfo o por la tristeza de la derrota. Uruguay cayó con Argentina, en el mítico Estadio Centenario, por la Sub 20, y los rivales de toda la vida dieron la vuelta olímpica.
El fútbol despierta pasiones, gran verdad. Ahora, si además de ser un apasionado por el fútbol sos periodista y editor de un diario digital argentino, siendo extranjero, la cosa se pone más difícil.
Cuando uno trabaja en esto intenta dejar al hincha de lado, algo que cuesta mucho y que consume mucha energía, pero uno, por respeto al público y por amor a la profesión hace ese esfuerzo.
Mucha gente sabe que soy «Marcelinho» (Marceliño se pronuncia en español) y que soy oriundo de Curitiba, Brasil, pero que desde muy pequeño fui a vivir a la tierra natal de mis viejos: Uruguay. Por lo tanto, soy uruguayo.
No corté el cordón umbilical con Curitiba, pero siempre dejo claro allá que mi corazón es Celeste.
Uruguay significa mucho. Las «coladas» en las canchas «chicas» para ver a El Tanque, de adolescente, porque, la mayoría de las veces, no tenía un mango para pagarme la entrada. Los partidos barriales con los «botijas» del barrio Palermo. Salir a la Av. 18 de Julio para ver, con 12 años, como la gente «grande» festejaba el retorno a la democracia, o gritar loco de alegría porque clasificamos al Mundial de 1986, volver allí porque ganamos la Copa América de 1987, en Argentina. Luego me volví para mi tierra natal, para luego recalar en Buenos Aires.
Cada vez que hay superclásicos, en Tribunero trabajamos juntos argentinos y uruguayos, pedimos unas pizzas, tomamos gaseosas durante el trabajo y cerveza cuando el material está subido.
No existe la cargada, existe el compañerismo. Estoy triste, amargado y haciendo el trabajo de la manera más profesional. Felicito a los argentinos y les mando un abrazo a mis paisanos orientales.
La vida sigue. El fútbol tiene una cualidad que vale destacar: ¡da revancha!.
Salú
Marcelinho Witteczeck
@lostribuneros