Un partido típico de Eliminatorias, o más bien, típico de Sudamérica vivieron Perú y Uruguay en la ciudad de Lima. Hubo pierna fuerte, patadas y hasta la estrella Paolo Guerrero tuvo que jugar vendado como una momia.
Uruguay volvió a la vieja garra charrúa y con mucha actitud se llevó el juego; los orientales no «arrugaron» cuando los peruanos intentaron «imponerse» apelando al juego rudo. El «Team Oriental» fue pura pasión y jugó el partido con los viejos códigos del «campito».
Los códigos del fútbol barrial rioplatense son claros: «Vos me pegás, yo te la devuelvo y luego del partido compartimos una cerveza», claro, aquí nada de cerveza con el rival, ya que hay mucho en juego: prestigio, dinero y otras yerbas.
Perú entró como todo equipo local mojándole la oreja a los Celestes, pero éstos, lejos de amilanarse fueron al frente y devolvieron cada «gentileza».
Se habla mucho de los fallos del referí Lousteau, quien no la tuvo fácil, y por más que lloren los incaicos, dueños de las comidas más sabrosas que he probado en mi vida, el hombre de negro hizo lo que pudo.
Guerrero tuvo que jugar vendado, ya que recibió un codazo que lo hizo sangrar, pero vale recordar que Forlán se marchó lesionado apenas a los 25′ de juego, que los centrales charrúas, Diego Godín y el emblemático capitán Diego Lugano vieron la amarilla y no podrán jugar otro partido clave ante Colombia, que el «Pelado» Cáceres tampoco lo hará contra los cafeteros por lesión.
Que Luis Suárez es un mañero es cierto, y no es tan cierto que en Inglaterra lo persiguen como lo creímos al principio, es un jugador polémico y conflictivo en la cancha. Hasta mordió a un adversario y todo.
En mi barrio Palermo de Montevideo, si un jugador me mordía, tocaba mis partes íntimas o me tiraba el pelo en pleno juego, se arreglaba con una patada o un codazo bien servido sin que la terna arbitral lo percibiera, pero señores, esto no es fútbol de «rrioba» sino que es fútbol profesional y el ejemplo para los millones de aficionados que presencian un juego, tanto en las tribunas como por la televisión, debe salir desde el campo de juego y de las autoridades también.
Yo soy como Carlos Gardel, ya que nadie a ciencia cierta sabe de dónde soy, claro, para mí Gardel es uruguayo y nada de que nació en Francia ni esas patrañas. Yo, en cambio, nací en Brasil, quiero a mi Curitiba pero amo con toda mi alma al Uruguay que me vio crecer.
Si usted juzga que esta nota de artículo es parcial… ¡que me importa!.
Marcelinho Witteczeck
@lostribuneros