Windischmann: “Cambiamos la época oscura del fútbol estadounidense”

El 11 de noviembre, la selección estadounidense continuará su campaña rumbo a una octava participación consecutiva en la Copa Mundial de la FIFA™. El conjunto de las Barras y Estrellas es uno de los favoritos a superar la tercera ronda “hexagonal” de la CONCACAF para Rusia 2018 y la 21ª edición de las eliminatorias por el título de la Major League Soccer (MLS) avanza a pleno ritmo. Sin embargo, el panorama futbolístico de Estados Unidos no siempre ha sido tan floreciente.

Si damos un pequeño paso atrás en el tiempo, hasta la década de 1980, las opciones para un aspirante a futbolista estadounidense eran escasísimas. El cierre de la antigua North American Soccer League (NASL) al cabo de 16 años, en 1984, después de brillar breve e intensamente con astros de la talla de Pelé, Franz Beckenbauer y George Best, dejó un verdadero cráter en la estructura del deporte.

Esta fue la situación en la que se encontró entonces Mike Windischmann, futuro capitán del combinado estadounidense en Italia 1990. Estudiaba en la Universidad de Adelphi, gracias a una beca de fútbol y su posible trayectoria profesional se vino abajo de inmediato. Cualquier sueño que pudiese existir de poner fin a la ausencia de Estados Unidos del Mundial desde 1950 parecía fantasioso, pero esa situación acabaría dando origen a un equipo que desbarató todos los pronósticos.

“Fue un golpe estar en la facultad y descubrir que la liga profesional se había acabado”, recuerda Windischmann en esta charla con FIFA.com. El defensor, que se crio en Nueva York, albergaba esperanzas de seguir los pasos de Beckenbauer en el New York Cosmos.

El fútbol de clubes retrocedió hasta una categoría meramente regional, y los partidos del Brooklyn Italians y de la selección del estado de Nueva York le sirvieron para complementar los calendarios inconstantes de los combinados nacionales juvenil y absoluto. Este último apenas disputó dos partidos en 1986, con motivo de un torneo de dos días de duración celebrado en Miami.

Del fútbol sala al Olímpico de Roma

Pero el año 1988 resultó ser un punto de inflexión. Primero, Estados Unidos fue designado país organizador del Mundial de 1994, y luego llegaron varias grandes actuaciones en los Juegos Olímpicos de 1988, donde actuó la base del histórico conjunto de 1990. “En aquel momento, la Federación Estadounidense empezó a contemplar que los futbolistas jugasen durante todo el año recibiendo salarios, aunque no muy elevados. Pero cuando uno siente amor por este deporte y está empezando, con eso basta”, explica con su acento grave de la costa este Windischmann, ahora profesor. “En 1984 se nos pagaba a través de dietas”.

Muchos de los nombres consolidados de la NASL —y de la propia selección nacional— habían optado por incorporarse a las populares ligas de fútbol sala, “un juego muy distinto”, y la Federación Estadounidense decidió confeccionar un equipo compuesto por jóvenes promesas. “[Los jugadores consolidados] sabían que la siguiente generación tenía sed de triunfos. No pensaban necesariamente que fuesen mejores, pero sí que podían competir y cumplir. Al tener el Mundial en 1994, el panorama sería muy oscuro si no conseguíamos la clasificación para 1990”.

Y así, en 1989, llegó el momento que posiblemente transformase la trayectoria del fútbol estadounidense y le permitiese llegar hasta donde está hoy: el último partido de la competición preliminar de Italia 1990. Fue en Puerto España, Trinidad y Tobago. Un empate clasificaba a los norteamericanos, mientras que a los triniteños únicamente les valía la victoria.

“Fue como algo del destino, al decidirse en el último partido”, recuerda con una sonrisa el excapitán, nacido en Alemania. “Llegamos sobre las tres de la mañana y al aterrizar oímos algo procedente de fuera del avión. Habría unos dos mil hinchas locales, todos vestidos de rojo, cantando y coreando que iban a ir ellos al Mundial y no nosotros. La presión que rodeaba a ese partido era increíble”.

En un Estadio Nacional abarrotado, un disparo lejano de Paul Caligiuri acabó sentenciando el choque, al suponer el 0-1 definitivo. “Darnos cuenta de que al fin habíamos conseguido regresar al Mundial, después de 40 años, representó una sensación de alivio increíble”, dice Windischmann. “Muchos llevábamos juntos muchos años, trabajando para eso, así que fue algo especial”.

Un esperado regreso

Estados Unidos es un gigante de la cultura occidental y del deporte mundial en general, de modo que resulta difícil pensar en su selección de fútbol como un peso pluma, aunque por aquel entonces era exactamente eso después de dejar atrás un maleficio que se prolongó por 40 años

“La experiencia de estar en el Mundial, de ir a los estadios, competir en una liguilla complicada y jugar contra los anfitriones, era algo con lo que soñábamos”. No obstante, la derrota ante Checoslovaquia por 5-1 fue un brusco despertar.

“Creo que la presión fue mayor incluso en el segundo partido [después de la derrota]. El adversario era Italia, el país anfitrión, y queríamos demostrar que merecíamos estar ahí. Entrenarnos la noche anterior en un Estadio Olímpico vacío y jugar al día siguiente en él, lleno de aficionados, fue algo impresionante”.

Los estadounidenses hicieron un partido digno, plantando cara a los temibles italianos. Perdieron por un ajustado 1-0, tras un gol tempranero de Giuseppe Giannini, ganándose así el respeto de los hinchas y los futbolistas rivales por igual, con una actuación sólida y dinámica. “Después del partido, a pesar de que habíamos perdido, los italianos vinieron a nuestro vestuario, querían intercambiar material y saludarnos, fue algo fantástico. [Roberto] Baggio también, habló con nosotros, nos cambió su camiseta y material. Yo me quedé con ella, aún la tengo”, confiesa con orgullo Windischmann.

La campaña terminó sin puntos -derrota 2-1 ante Austria- aunque dio inicio a una serie de participaciones consecutivas en el Mundial que actualmente sólo superan cinco selecciones, cuatro de las cuales -Brasil, Italia, España y Alemania- se han repartido todos los títulos en juego desde entonces, excepto uno.

“Es casi increíble que, sin tener ni siquiera una liga profesional, la selección pudiese mantenerse en forma, entrenarse y tener éxito”, analiza Windischmann. “El equipo de 1990 no recibe tanto respeto como creo que merecería por haber estado entre los pioneros que propiciaron lo que ocurrió en 1994 y más adelante”.

“Cada generación de futbolistas intenta que el camino sea mejor para la siguiente. Antes de nosotros había sido la ‘época oscura del fútbol’ y alguien tenía que cambiarlo. Creo que nosotros lo hicimos”.

Fuente: FIFA.com

Diego Martín Yamus.
diegoanita@hotmail.com.ar

@lostribuneros

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