La copa América del Centenario fue creada como para que fuera única, imborrable. Imborrable fue, pero para mal. Para olvidar, y no sólo por la derrota de Argentina.
Chile vuelve a coronarse como rey del continente gracias a tener mejor destino que sus rivales. La roja no tuvo un camino de rosas. Quién se acuerda ya de ese penal de Vidal en el noveno minuto de descuento ante Bolivia, de la caída ante el team de Martino en el debut, de la desventaja inicial con Panamá. Pero entre sus valores, su juego de equipo, su contundencia y su buen destino, el país trasandino reafirma su título 2015. Aunque tampoco fue un campeón brillante.
Qué decir de los demás grandes. Argentina, otra vez de rodillas. Colombia, poco de la potencia que siempre trae consigo. Brasil y Uruguay, dos grandes mundiales y americanos, siguen atados en el tiempo, sin recambio, sin genios, sin brillo. Y un torneo que pretendía ser una verdadera reunión de todo el continente, sin división de CONMEBOL Y CONCACAF, contó con la paupérrima presencia de esta última confederación. Sólo el local, de buena campaña, sacó la cara por el centro y norte. México recibió siete goles en un solo partido, Panamá nueve en dos, Costa Rica nada que ver con antes, Jamaica tres perdidos y cero gol, ni hablar del Haití de digna presencia.
Y para rematar, los papelones de una organización que de eso mostró poco. Himnos cambiados, horarios raros, comienzos de partidos a deshora. Mucho color, muy lindos estadios, pero el fútbol no termina de pegar en USA. Así que esta Copa, como esa mujer que uno amaba y que de repente lo decepcionó, es mejor olvidarla.
Diego Martín Yamus.
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