¿Un Rayo de Conciencia en San Mamés? El Athletic Desnuda la Hipocresía del Fútbol-Negocio

 

El fútbol es el opio de los pueblos, y su élite, una burbuja de silencio y autocensura. Por eso, el rugido que se escuchó en San Mamés no fue solo un gol, fue un martillazo en la tibia de la Liga, la UEFA y todo el circo mediático que prefiere vender camisetas y derechos televisivos antes que una pizca de dignidad humana.

El Athletic Club de Bilbao—sí, ese bastión de tradición y, a veces, de caspa bien entendida—se convirtió en el primer equipo de la ultracontrolada LaLiga en denunciar el genocidio en Gaza. Y lo hizo a lo grande: sin medias tintas, sin eufemismos de «paz» genéricos. Salió con banderas palestinas y kufiyas antes del partido contra el Mallorca, con la ex capitana palestina Honey Thaljieh y refugiados en el césped. La frase en los videomarcadores era un puñetazo: “Athletic Palestinaren alde. Stop genozidioa”. Que se enteren.

 

La Liga: El Censor Silencioso y Millonario

 

Mientras la grada coreaba “Palestina askatu” (Palestina libre), el mensaje se hacía viral. Y aquí viene el acto de cobardía empresarial que ya esperábamos: La Liga decidió que ese acto no existía. Cero imágenes en la televisión.

Es la misma Liga que vive de la narrativa épica y el fair play, pero que se pone de perfil (o de rodillas) ante cualquier tema que toque la fibra geopolítica sensible. El fútbol es un negocio global, y los negocios no tienen principios, solo cuentas de resultados. Tapar el acto del Athletic no es solo censura, es la demostración perfecta de que el establishment futbolístico es un aparato de propaganda y distracción; un pozo sin fondo donde la moral se cotiza a cero y el silencio vale oro.

 

Solidaridad, ¿o Táctica de Imagen? La Prueba de Fuego

 

Claro, el gesto viene acompañado de acciones concretas: la Fundación Athletic Club y UNRWA darán educación física a más de 8.000 niños refugiados en Siria. Y se anuncia un amistoso entre la Euskal Selekzioa y la selección de Palestina en noviembre. Excelente. Necesario.

Pero no nos engañemos. En un mundo donde el greenwashing es un arte, el solidarity-washing puede estar a la vuelta de la esquina. El verdadero mérito del Athletic no es solo hacer esto, sino haber roto el pacto de silencio. Ha obligado a otros a mirar. Ha forzado la conversación en un ecosistema diseñado para evadirla.

El mensaje “Stop Genocidio” resonó en el mundo, y la pelota ahora está en el tejado de los otros clubes, de los otros futbolistas millonarios con plataformas gigantescas y de las federaciones. ¿Seguirán con sus tuits vacíos de «paz» y sus lazos rosas, o tendrán la valentía, la mínima decencia, de usar su altavoz para algo que no sea promocionar un videojuego o un coche de lujo?

El Athletic ha puesto un espejo a todo el fútbol. Y lo que se ve reflejado, fuera de Bilbao, es, en su mayoría, una vergüenza silente y dorada. Ojalá este rayo de conciencia en San Mamés no sea un evento aislado, sino el inicio de una rebelión contra la hipocresía de un deporte que ha olvidado que antes de ser un negocio, era un juego de personas.

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