Si bien la propaganda política japonesa vende al mundo un país de clase media, honor, honestidad y un perfecto equilibrio social, esto no es tal en el país oriental; indigentes que quedaron fuera del sistema y enfermos mentales echados de hospitales psiquiátricos que fueron cerrados como forma de reducción del gasto público, son moneda corriente a Tokyo.
Japón no es el mismo que aquel país de las décadas del ’70 y ’80 sino que con el correr de las décadas ha tenido un desequilibrio enorme entre ricos y pobres.
Comprar una propiedad se ha vuelto privilegio de unos pocos, así como alquilar donde es práticamente prohibitivo por los costos y los requisitos de los propietarios.
La falta de trabajo, el altísimo costo de vida, llevan a que japoneses tomen préstamos ofrecidos por empresas legales de crédito que son administrados, en muchos casos, por miembros de mafias y que son otro de los factores para que queden miles de personas en situación de calle por los intereses rayanos a la usura.
Los achiques presupuestarios por parte del estado han perjudicado aún más a los fuera de sistema que, muchas veces, son personas en edad jubilatoria.
Esto deberá enfrentar el gobierno japonés en este 2021 de cara a los Juegos Olímpicos, claro que no piensa solucionar el problema de fondo sino que utilizará técnicas, al mejor estilo de Río 2016, para «quitar» de la escena a los indigentes que viven en estaciones, plazas y bajo los puentes de la enorme ciudad.
@lostribuneros