i existiera un premio a la posesión de balón más inútil de la historia, el Manchester City se lo llevaría esta noche, con un 71.4% que debe haber sonado tan vacío en el Stade Louis II como las tribunas a mitad de semana. En un «dramático» (léase: exasperante para sus hinchas) encuentro ante el AS Mónaco, los de Pep Guardiola decidieron que dos puntos eran demasiado y los dejaron abandonados en algún casino de la Riviera francesa.
Este 2-2 no fue un empate, fue un robo con violencia estadística.
La Doble Condena de Erling Haaland
La crónica del drama se escribe con tinta color rubio platino. Erling Haaland se presentó en Mónaco dispuesto a hacer lo que mejor sabe: humillar a las defensas rivales con la misma monotonía con la que el City reparte pases horizontales. Dos goles en la primera mitad (a los 15′ y 44′) para llegar a la absurda cifra de 52 goles en 50 partidos de Champions. Sí, es un fenómeno, un androide del gol, pero hasta él parece condenado a la frustración existencial.
Porque mientras el cyborg noruego hacía su trabajo —con la precisión clínica de un sicario y el hastío de un oficinista—, el resto del equipo se dedicaba a jugar a la ruleta. El Mónaco, con un mísero 28.6% de posesión, hizo lo que haría un apostador inteligente: esperar pacientemente el error ajeno. Y llegó pronto, con Jordan Teze empatando a los 18′, demostrando que a veces, solo tienes que pasar la pelota más de tres veces seguidas para que la defensa del City se desconcentre.
El Pitido Final y la Fatalidad (Predecible)
El segundo tiempo fue un ejercicio de baja intensidad y soberbia táctica. A pesar de tener 18 tiros realizados (frente a 8 del Mónaco), el City pareció creer que con Haaland y el 71% de posesión el partido se ganaba solo. Grave error, Pep.
El clímax de esta ópera bufa llegó en el minuto 90+8. Sí, noventa y ocho. Tras una segunda mitad donde el City gestionó la ventaja con la solidez de un castillo de naipes, el central Nico González decidió que era buena idea cometer una falta sobre Eric Dier dentro del área. La clase de jugada innecesaria, tardía y francamente estúpida que hace que cualquier fan del City se pregunte si es masoquista.
Dier, en un acto de justicia poética para los equipos sin presupuesto ni glamour, convirtió el penal. El 2-2 es un resultado que le da al Mónaco su primer punto, y al City, una nueva y dolorosa lección de cómo no cerrar un partido.
La reacción de los protagonistas fue tan predecible como el empate: Haaland frustrado por la falta de energía. Guardiola reconociendo que el empate fue «justo» (sí, fue justo porque se lo merecieron por indolentes).
Mientras el City mantiene su invicto de 4 puntos (lo mínimo exigible, vamos), la verdadera noticia es que el equipo que puede dominar cualquier estadística es también el que puede tirar por la borda dos puntos con la displicencia de quien olvida la cartera en casa. Al parecer, en Mónaco no solo se pierden fortunas, sino también las concentraciones decisivas.
¿Crees que la baja por precaución de Rodri realmente explica esta falta de «energía», o el City simplemente se cree superior antes de tiempo?