Un hecho curioso se produjo en el fútbol brasileño que terminó en los juzgados y por poco no termina en la morgue. Es que un joven sedujo a una mujer alegando ser hincha del Náutico, cuando en verdad era fanático del Sport Recife.
Historia tragicómica si las hay. Una bella joven, sensual como pocas bailaba junto a sus amigas en una fiesta. Era asediada por hombres pero ella estaba en su mundo y no le interesaba ninguno. Un grupo de muchachos se le acercó para sacarla a bailar. Primero fue uno, luego fue otro, sin embargo, ella le sonrió al que estaba mirándola tímidamente y distante: Jorginho.
Los amigos de Jorginho lo alentaban para que vaya al frente con esa diosa pagana, morena, de sonrisa perfecta y las mejores piernas del estado de Pernambuco. El joven no quería saber nada al principio dado que sus chances, según él, eran mínimas. Sin embargo, éste que sabía bailar bien el forró, fue arrastrado por sus compinches y finalmente la invitó a bailar. Ella aceptó sin dudar. Era muy pícaro pese a su inhibición inicial y comenzó a tirarle pasos improvisados que la enloquecieron.
Fueron a un rincón y comenzaron a beber una cerveza:
-Soy Djanira, fanática del Náutico-
Jorginho, enloquecido con tanta sensualidad, esquivó la bomba y minitó -yo también-
-Ah, si eras del Recife te podías ir por el mismo lado que entraste- bromeó.
El joven alegó que en verdad el fútbol no le gustaba ni ahí, que lo suyo era la pesca. Pasó un rato nada más y comenzó a besar a la chica ante el estupor de sus amigos, quienes le hacían reverencias como si fuese una deidad.
-Presentame a tus amigos- Jorginho lo hizo.
-¿Imagino que son todos de Náutico como él?- inquirió Djanira.
Todos comenzaron a contener la risa y mirando al suelo se fueron yendo. Eran sus «hermanos» de la tribuna del «León de Recife».
-¡Traidor, te vendiste por una mina!- le recriminó uno de sus amigos con disimulo.
-Me la curto y ya fue. ¡Viste lo que es esa máquina!-
La relación entre Jorginho y Djanira no fue éfimera como éste le decía a sus amigos, quienes pactaron mantener el secreto de por vida.
El tiempo pasó. Jorginho seguía yendo a la cancha de manera clandestina con sus secuaces. Compraron cañas de pescar y hasta una carpa. Se subían a la camioneta temprano y se iban de domingo de «pesca». Obviamente, tiraban todo en la casa de uno de los muchachos y enfilaban para el estadio del Sport Clube.
Es que estos enamorados habían pactado no verse los domingos ya que para ella y su familia era una tradición la de ir todos juntos a ver a Náutico donde juegue, y según él, era una tradición junto a sus amigos ir los domingos de pesca, ya ellos eran totalmente antifútbol.
-No comprendo eso de 22 tipos corriendo atrás de una pelota, pero bueno, vos tampoco comprenderás a varios tipos en silencio tratando de atrapar un pez-
Cierto día Djanira lo puso contra la pared a Jorginho y le pidió conocer a sus padres. Debió modificar toda su casa. Su cuarto, que era un santuario del Sport, debió adaptarlo para que ella no tuviese la mínima sospecha. Vecinos le prestaron pósters y adornos dedicado a la pesca que éste debió devolver después. La conspiración fue perfecta.
Jorginho evitaba conocer a su suegro. Era un hombre gordo, gigante y de muy pocas pulgas. Pero fue tal la presión de Djanira, que finalmente debió ceder.
El joven veía a su suegro como a Satanás. Era el enemigo enfrente. Trató de disimular su odio hacia él y hacia el Náutico.
-Bienvenido muchacho. Sos el primero que viene a almorzar en nuestra mesa pidiendo la mano de la nena. Nunca, jamás se ha sentado aquí un hincha del Sport o del Santa Cruz. Jamás. Si la nena se enamora de una lacra de esa: lo mato, jeje, sería viuda antes de casarse-
Jorginho improvisó una sonrisa y pensó: «viejo lacra inmunda».
Con unas copas de más su futuro suegro exhibió una escopeta. Luego lo felicitó por ser del Náutico y le alentó para que vaya a la tribuna con ellos.
-Pero hijo, vení con nosotros a la cancha. Te vas a divertir como nunca- insistía.
-No me gusta el fútbol ni un poco- se excusó Jorginho.
El tiempo pasó y la pareja se casó. Hicieron una fiesta sencilla con los amigos de toda la vida y las familias. Tuvieron hijos y éstos siguieron la tradición de su madre y de su abuelo; religiosamente todos los domingos iban a la cancha a ver al Náutico.
Llevaban años Náutico Capibaribe y Sport Clube sin verse las caras por una final regional. Finalmente se dio ese día. El «Clásico de Clásicos» se debía jugar en la Arruda.
Náutico era el favorito por excelencia, para mejor, jugaba de local. Clima de fiesta y de exitismo en la familia de Djanira. Su padre ya tenía preparada hasta una cena especial para conmemorar una supuesta victoria y otra batería de festejos más durante la semana.
Jorginho, cumplió con su rutina de ir a «pescar» con sus amigos, claro que no fue así; como siempre lució su camiseta del «León» y a la cancha se marchó con la banda.
Partido clásico, y de yapa final de campeonato, dejó a una multitud con las pulsaciones a mil. Náutico se puso en ventaja y el título de era suyo, sin embargo, cerca del final Sport reaccionó y con dos goles ganó el juego. La emoción de Jorginho fue tal, que perdió los estribos y se colgó del alambrado para festejar, olvidando que el encuentro era televisado.
Jorginho, que estaba casi afónico inventó una mentira para su mujer que, obviamente iba a llegar abatida a casa por la cruel derrota. Un amigo le aconsejó que culpe a las cervezas frías bebibas bajo el sol abrasador.
Al llegar a casa el hombre se puso a ver la televisión y ahí comenzó su calvario. En la portada de los programas deportivos de ese domingo se lo vio a él en primer plano colgado del alambrado con la camiseta del Sport Clube, llorando de alegría y haciéndole gestos obscenos a la hinchada del Náutico.
-Estoy muerto, dijo desesperado-
Los vecinos comenzaron a golpear su puerta. Unos para feliciarlo, otros le llamaban «traidor». De pronto se sintieron gritos. Una vecina gritó «metete en mi casa que te van a matar, un tipo armado está preguntando por vos».
De pronto se vio a una mole con la camiseta del Náutico, rodeado de una multitud, y una joven junto a su madre implorándole -No papá, noooo, yo me divorcio pero no lo mates. Pensá en los nenes, tus nietos, papá-
La policía llegó al lugar. Los vecinos intercedieron. Finalmente, el hombre bajó el arma y fue detenido y llevado a la comisaría. Al explicar por qué quería matar a su yerno, causó un revuelo tremendo en la comisaría, e incluso en el juzgado al otro día.
Djanira pidió el divorcio alegando que fue estafada emocionalmente por su marido. La justicia los mandó para casa. Con el tiempo se arreglaron, pero, quedó el precedente.
Nota: La historia es real. Los nombres son ficticios y el lugar y goles no son precisos. Basado en una historia de la Red Globo, hace cerca de diez años.
@lostribuneros