Los números dicen que las «Guerreras» de Junín perdieron una final y que fue 5-1, quedándose en la Primera B. Si uno deja de lado la frialdad de los números y se pone analizar qué sucedió puede llevarse una sorpresa y, porqué no, hasta emocionarse.
Para ser campeón se necesita de un toque de suerte. Esa fortuna las abandonó; arco cerrado, pelotas que se iban rozando los parantes, una arquera adversaria que estaba en su tarde; centrales que despejaron todo y unas atacantes que fueron implacables.
Yendo 4-0 abajo al comenzar la complementaria. Las juninenses fueron al frente con tezón. Nunca, pero nunca dieron por perdido el partido. Llegó el quinto de Comunicaciones, pero ni ahí se entregaron, por el contario fueron busca del descuento y lo lograron.
Desde el minuto 1 hasta el 90, nunca, jamás dieron nada por perdido. La dignidad, el amor propio y la vergüenza deportiva las llevaron a luchar tanto, que las defensoras «carteras» debieron trabajar a brazo partido sabiendo que la presión era tal, que si las juninenses metían un gol más, seguramente serían capaces de meter otros tantos más que las lleven a una hazaña.
Esta tal Sofía D’Ambrosio es un infierno. Es cruel y despiadada en el área. Ni hablar de la habilidad y picardía de Lourdes Castro que junto a Melina Garialdi se han mostrado como grandes pilares de esta escuadra.
Faltaban cinco minutos. Una futbolista de Comunicaciones cayó acalambrada. No había camillero. Las propias juninenses fueron corriendo, cargaron la camilla, a la jugadora y la depositaron afuera del campo para proseguir; no iban 1-0 y buscaban el épico empate que forazaría los penales, iban 5-1 abajo, pero el corazón les decía que ataquen, que sigan, que la dignidad ni se vende ni se negocia.
Si Sarmiento logra retener al cuerpo técnico y a estas futbolistas, no es de extrañarse que para la temporada 2022 las juninenses estén jugando en la liga profesional.
@lostribuneros