21 de junio de 1986, cuartos de final de la Copa Mundial de la FIFA México 1986. Bruno Bellone está solo en el círculo central del Estadio Jalisco de Guadalajara bajo un sol abrasador. Con 25 años, el delantero está por afrontar la pesada misión de convertir el tercer lanzamiento en la tanda de penales de Francia, que ha plantado cara a Brasil durante 120 minutos de un partido antológico.
Unos minutos antes, Joël Bats ha estrenado la tanda de forma ideal, atando el envío de Sócrates, antes de ser batido sucesivamente por Alemão y Zico. El portero brasileño Carlos, que se ha mostrado impotente ante los lanzamientos de Yannick Stopyra y Manuel Amorós, ve ahora avanzar a Bellone, cabizbajo y lleno de dudas.
El zurdo toma carrera. Su potente tiro raso golpea en la base del poste derecho, rebota en la espalda del arquero brasileño y acaba su trayectoria en el fondo de la red. Esa increíble carambola decanta la suerte del encuentro, y los franceses acaban imponiéndose con un zapatazo de Luis Fernández (1-1, 3-4 PEN.).
Carlos nunca ha procurado cultivar el recuerdo de aquel infortunio, acaecido tras una sólida carrera y un Mundial impecable, pero que le acarreó cierta fama de gafe en Brasil. “Un día, la televisión francesa vino a hablar conmigo de esa tanda de penales y, sinceramente, ya no sé ni siquiera quien lanzó ni en qué orden. Ya no tiene importancia; fue hace mucho tiempo. Aun así, me pareció interesante enterarme de que el francés estaba muy nervioso y cerró los ojos antes de disparar”, ironizaba unos años más tarde.
Bellone, en cambio, no se ha olvidado de nada, y comparte sus recuerdos con FIFA.com.
Bruno Bellone, ¿cómo se sentían los franceses antes de esa famosa tanda de penales?
Acusábamos muchísimo los efectos del calor. Al hacer un sprint en un campo de México, puedo asegurar que lo notabas filtrarse. Abrasa, cuesta recuperarse, el menor esfuerzo resulta violento… Ese partido fue agotador, y creo que un poco por eso perdimos después contra los alemanes. Físicamente, la mayoría de nosotros lo habíamos dado todo sobre el césped en ese choque de cuartos, que además se fue a la prórroga. No había respiro; el balón no salía casi nunca. Al descanso, ¡teníamos botellas de oxígeno en el vestuario! Yo solamente salí a jugar en el tramo final. Hice dos o tres aceleraciones y, al final, ¡tenía la impresión de haber jugado todo el partido!
¿Qué impresión le causó el portero Carlos durante el encuentro?
Brasil era un bloque. Tenía jugadores muy técnicos, una defensa y un mediocampo robustos, y delanteros que iban a mil por hora. Luego, el portero… Entonces se decía que Brasil nunca había tenido grandes porteros. Aquel día, en todo caso, no tuvo mucho trabajo contra nosotros. Francamente, los brasileños nos dominaron. Cuando eres portero, incluso de nivel medio, y estás en un gran equipo, no sueles intervenir demasiado.
¿Cómo se decidió el orden de los lanzadores en la tanda de penales? Usted era el tercero…
(Interrumpe) ¡Yo no decidí nada en absoluto! Yo era suplente, por lo que me decía a mí mismo que no podía figurar en la lista (risas). Digamos que hubo un jugador que renunció… Henri Michel vino hacia mí y me dijo: “Estás obligado a lanzar; no hay nadie”. Yo no tenía ganas, pero debía hacerlo. Fui realmente consciente cuando estaba en el círculo central…
¿Nunca supo quién había renunciado?
No, no vi la lista de Henri Michel. Es esa clase de cosas que no se dicen, porque luego… Yo comprendo que hubiese un jugador que se rajase, porque, francamente, tirar una pena máxima en unos cuartos de final de un Mundial contra Brasil, es complicado. Además, todavía teníamos la obsesión de lo que había pasado en 1982, en la semifinal contra Alemania, con los lanzamientos que fallaron Didier Six y Maxime Bossis. Se veía que eso había causado estragos. Por tanto, yo comprendo a los que dicen “no me siento preparado”. Es mejor eso que decir “voy a tirarlo” y fallarlo después. Sé que Luis Fernández pidió tirar el quinto. Pensó: “Si marco, hago ganar a Francia”. ¡El culebrón tuvo un final muy feliz para él (risas)! El único que no imaginaba que fallaría es Platini. El problema fue que lo tiró alto…
Volvamos a ese momento en el que estaba solo en el círculo central…
Es terrible. Se hace muy largo, porque se te pasa todo por la cabeza. Todo. Piensas en tu familia, en la gente que está delante del televisor, en los aficionados… Te dices a ti mismo: “Si fallo este penal, vuelvo de México en piragua…”. O en ese caso, tal vez nunca habría vuelto, y hoy estaría vendiendo piñas en la playa de Acapulco… (risas). No, pero en serio, es terrible. Tirar una pena máxima en un partido copero o en la liga, vale, pero en un Mundial, no es lo mismo. Todo lo que se te pasa por la cabeza te perjudica… Además, tirábamos en el lado de la afición brasileña, y había no sé cuántos miles de personas detrás de la portería, con la samba y todo eso… A mí, eran las piernas las que me bailaban samba (risas).
¿Cómo solía lanzar los penales?
Yo no los tiraba nunca. No era mi especialidad, y dejaba hacerlo a los que sabían. Hay jugadores a quienes les gusta; a mí no. Realmente lo hacía cuando estaba obligado, como entonces… (risas).
¿Cómo decidió lanzarlo como lo hizo?
El portero me había puesto nervioso. Antes de que llegase, discutía con Zico haciendo gestos y pronosticando dónde iba a tirar. Luego, después de colocar el balón, ¡él lo movió! Tenía los nervios a flor de piel. Al principio, quería colocarlo con el empeine a su derecha, pero al final tenía ganas de pegarlem uy fuerte, de enviarlo sobre su cabeza y que entrase. Al final, eso es lo que pasó, pero con la ayuda del poste.
¿Qué pensó al ver el balón entrar de esa forma?
Me dije “ya está, estoy salvado. Estoy tranquilo, ya no me debo retirar. ¡Puedo volver a Francia (risas)!”. Había brasileños que pensaban que el gol no era válido. Habría sido así si yo hubiese vuelto a tocar el balón, pero fue el portero quien se lo metió dentro. No tenía ninguna duda; conocía las reglas.
¿Cree que los brasileños se vinieron abajo mentalmente tras ese golpe de suerte?
Tal vez se dijeron a sí mismos que no era su día. Yo habría tenido la misma reacción si hubiese pasado al revés (risas).
Y al volver a pensar en ello después, ¿qué conclusión sacó?
Concluí que tenía alguien por encima de mi cabeza que velaba por mí. Tuve mucha suerte aquel día. Exceptuando el hecho de que tuve que poner fin a mi carrera bastante joven, fui muy afortunado con la selección de Francia y en la liga. Sólo jugué ocho años y, si cuentas las lesiones, no es mucho. Disfruté del más alto nivel jugando bastante poco.
Fuente: www.fifa.com
Diego Martín Yamus.
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