Los números son fríos y duros. El diagnóstico de la situación también. Cinco goles marcados, todos no oficiales, cinco partidos sin mover la red con tantos jugadores de capacidad ofensiva, un solo triunfo en un liviano entrenamiento de verano ante el Emelec de Ecuador, dos superclásicos perdidos,un flojo arranque de la defensa de su título local. Y ahora, esta cruel derrota por cuatro tantos de diferencia, la más abultada del ciclo Arruabarrena, encima para ver cómo su especie de padre San Lorenzo se llevó la Supercopa argentina y la clasificación para la Copa Sudamericana 2016.
¿Tiene esta crisis xeneize alguna explicación? Tiene muchas, claro, pero ninguna alcanza a justificar tamaña actualidad. Por un lado las partidas de jugadores importantes como Monzón o Calleri, que hasta aquí no han sido reemplazados por Silva u Osvaldo, dos de los tan mentados refuerzos. Por otro, el bajo rendimiento de sus figuras:: Lodeiro, Tévez, Chávez, Osvaldo, Gago, Peruzzi, Díaz, que claramente ayudó a esta impensada racha negativa de Boca, similar a la de River tras ganar la Copa Libertadores. Y el punto más apuntado, el técnico Rodolfo Arruabarrena, que no terminó bien el año anterior a pesar de ganar dos títulos en tres días y que luego de la seguidilla de malas prestaciones, cambió injustificadamente de esquema, el cual después revirtió al original de cuatro defensores pero tarde para contener este Ciclón de Pablo Guede, que prácticamente lo barrió en la final de Córdoba.
Entre tres de las posibles razones, se encuentra la respuesta a un momento que Boca no vivía desde los malos tiempos del tercer ciclo de Carlos Bianchi. Derrotas, no goles, un equipo perdido, jugadores que parecen desconectados y que no muestran el talento que tienen para armar juego. Se puede culpar por culpar, como hace el hincha común, y decir que el responsable es tal o cual jugador, o como la mayoría apunta, el entrenador, el mismo que hace sólo tres meses le devolvió la gloria a un grande tras tres años. Sea como fuere, Boca está pasando una tormenta que ni siquiera se la puede vincular con relajación pos-éxitos. Una tormenta que debe parar antes de que la misma lo arrase, con la primera chance el domingo ante Atlético Tucumán como local por el campeonato. Lo que sucede es difícil de explicar, de aceptar. Más cuando hablamos del bicampeón de la Argentina, del gran candidato a obtener la Copa Libertadores que empezará a recorrer en unos días. Tanta ilusión del nuevo año se ha caído rápidamente. Y rápidamente será como Boca deberá torcer el rumbo y volver a alimentarla.
Diego Martín Yamus
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