¿Premio de la paz a Trump? Payasada política y visas negadas a enemigos y pobres

El show de Washington D.C. no fue solo el armado de grupos; se convirtió en una cumbre de hipocresía política donde la pelota fue lo de menos. Entre premios truchos y boicots, la FIFA confirmó que la neutralidad se la pasa por el forro.

El sorteo del Mundial 2026, realizado en Washington D.C., trascendió el ámbito deportivo para convertirse en un circo político tan previsible como ver a Messi gambetear. El punto más vomitivo fue la entrega de un «Premio Nobel de la Paz de la FIFA» al expresidente Donald Trump por su supuesta mediación en un cese al fuego entre Israel y Gaza. La movida, vista por críticos como un acto de politización descarado, expuso la estrecha y sospechosa relación entre Trump y Gianni Infantino, el mandamás de la FIFA.

La alianza entre el líder estadounidense y el presidente de la FIFA fue la frutilla del postre en un evento que Human Rights Watch y FairSquare criticaron por completo. Según ellos, la organización global está «alineando a la FIFA con políticas antimigratorias y comentarios controvertidos de Trump». El traslado del evento al Kennedy Center, remozado por el expresidente, solo reforzó la idea de que la FIFA está en modo «Make America Great Again», y la neutralidad política de sus estatutos se fue al tacho.

Desde Human Rights Watch alertaron: “Este premio es una burla a la transparencia. La FIFA convierte el torneo en un instrumento de propaganda para la agenda de Trump”. Una frase que desnuda la poca vergüenza de los dirigentes.

Las tensiones geopolíticas no tardaron en aparecer. Irán boicoteó inicialmente el sorteo porque a su delegación le negaron las visas bajo las restricciones migratorias de la administración Trump. Aunque se habló de un «arreglo de última hora», el incidente dejó en claro los riesgos para las selecciones de Oriente Medio y África. En ese contexto de mierda, la ausencia de líderes como el presidente Javier Milei de Argentina pasó casi inadvertida, pero alimentó el debate sobre el desigual protagonismo de Estados Unidos en la organización tripartita.

En el plano deportivo-organizativo, que es lo que debería importar, el sorteo también fue un desastre de «ingeniería» para la gilada. El sistema fue cuestionado por tener sesgos matemáticos y preasignaciones que limitan la aleatoriedad, como la de los anfitriones y las restricciones a equipos UEFA. De hecho, a último momento, a la Selección Argentina la cambiaron del Grupo I al J, según la FIFA, para «evitar cruces prematuros con top equipos como España, Francia e Inglaterra». Una excusa que suena más a acomodo que a regla.

Como siempre, las redes sociales fueron el mejor termómetro del hartazgo. Los memes y las burlas inundaron el timeline por los shows musicales y las caras de los dirigentes. De todos modos, la FIFA sigue con su negocio. La organización ya enfrenta reproches por su plataforma de reventa de entradas, que cobra altas comisiones y no hace más que favorecer la especulación.

Amnistía Internacional y otras coaliciones de derechos humanos ya están reclamando garantías para proteger a los trabajadores migrantes y a los hinchas ante las políticas de visas, mientras la imagen de la FIFA como entidad neutral se sigue cayendo a pedazos.

El próximo evento en la agenda de este circo es el sorteo adicional de mañana para definir el calendario de partidos y las sedes, ese que nos dirá dónde la Selección Argentina comenzará su «paseo» por el Grupo J.