No necesariamente el campeón de una competición es el mejor entre quienes lo rodean. Ha habido ya muchos casos de equipos que, sin ser superiores en juego ni en méritos, se han llevado más de lo que hubieran debido. Pasó con Italia diez años atrás en el Mundial 2006, y en la Eurocopa, con Grecia en 2004, dos que a base de defensa, táctica y estrategia pura dieron la vuelta olímpica. No se creía que Portugal, ese equipo de buen fútbol, ofensivo, animador, de talentosos, no sólo Cristiano Ronaldo, hiciera más o menos lo mismo este 2016. Pero lo hizo, y así, con mucho de buen destino más que de méritos futbolísticos, se llevó la primera Euro y el primer campeonato absoluto de su historia.
Fue otra consagración de película, de un conjunto que si bien era candidato, no era de los más encumbrados. No por tener a CR7 o a Nani parece una selección de temer. Al punto que casi queda eliminado en la primera fase, en el Grupo F que asemejaba sentarle bien ante Hungría, Austria e Islandia, y sin embargo empató los tres partidos, incluso remontando ante los húngaros tres veces. Resultados que lo mandaron a octavos de final como el tercer mejor tercero de los cuatro, y sólo por más goles que Irlanda del Norte.
Pero esta historia de que el que viene torcido en la primera ronda luego llega a lo mejor se repitió. Siendo ampliamente superado por Croacia en la primera eliminatoria, Portugal sacó un gol de la galera de Ricardo Quaresma, con participación de Cristiano Ronaldo, en el minuto 116 de la prórroga. Luego dejó afuera a Polonia, con quien iba abajo a los dos minutos, igualó y venció por penales, con la primera gran tarea de su arquerazo Rui Patricio, pero siendo menos que su derrotado. Recién mostró su real potencia en la semifinal ante Gales, al que superó incuestionablemente con gran responsabilidad de CR7 y de Nani, sus dos mejores que estuvieron a la altura. Y en la final, tras el golpe de la salida del crack, aguantó bien y de pronto cobró vida en el alargue para marcar por Eder, un suplente, y levantar el trofeo por primera vez.
No fue el mejor, fue un afortunado tercero, un suertudo vencedor y un sólido once que supo aguantar los momentos difíciles. Una selección que, mas allá de ser hoy campeona de Europa, no necesariamente es la más potente, la más poderosa, la más cautivante. Nada de eso, ni mucho menos. Pero ganó y se llevó el campeonato. Justo, pero no el mejor.
Diego Martín Yamus
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