El 13 de diciembre de 1987, el Estadio Nacional de Tokio fue escenario de una de las finales más recordadas en la historia del fútbol mundial. Lo que debía ser un enfrentamiento entre gigantes, Peñarol, campeón de la Copa Libertadores, y Porto, monarca europeo, se convirtió en una odisea por la irrupción de un enemigo inesperado: la nieve.
Un invierno histórico
Tokio vivía su invierno más crudo en décadas. Después de 35 años sin nevar, el clima decidió teñir de blanco el terreno de juego. Para el equipo uruguayo, con mayoría de jugadores Sub-23, esta fue una experiencia totalmente desconocida. Acostumbrados a jugar en barro y bajo lluvia, jamás habían enfrentado las complejidades del hielo. Mientras tanto, el Porto, liderado por futbolistas con experiencia en climas fríos como el portero polaco Jozef Mlynarczyk, encontró en estas condiciones un inesperado aliado.
Anécdotas inolvidables
Los relatos de esa tarde describen momentos únicos, como la interacción entre los jugadores de Peñarol y los hinchas japoneses, quienes ofrecían sus guantes con sistemas térmicos a los uruguayos. A cambio, recibían camisetas, bufandas o cualquier objeto que los futbolistas podían ofrecer como recuerdo.
El partido
Pese a la nieve, Peñarol no se amedrentó. Sin embargo, un error del defensa Obdulio «Loco» Trasante, al intentar pasar el balón hacia atrás, permitió que Fernando Gomes anotara para el Porto al minuto 41. En el segundo tiempo, el «Carbonero» igualó gracias al zurdazo de Ricardo Viera, llevando el partido a tiempo extra.
Con una cancha cubierta de nieve y el frío azotando a los jugadores, el Porto, dirigido por el yugoslavo Tomislav Ivic, encontró en su volante argelino Rabah Madjer y en los brasileños Lima Pereira y Geraldão, las piezas clave para superar a un valiente equipo de Peñarol. Finalmente, el Porto se impuso por 2-1 tras un gol en el alargue.
Formaciones destacadas
Peñarol: Eduardo Pereyra (capitán); José Herrera, Marcelo Rotti, Obdulio Trasante, Alfonso Domínguez; Eduardo Da Silva, José Perdomo, Ricardo Viera; Daniel Vidal, Diego Aguirre, Jorge Cabrera. Cambios: Gustavo Matosas y Jorge Goncalves.
Porto: Jozef Mlynarczyk; Joao Pinto, Geraldão, Lima Pereira, Celso; Jaime Magalhães, Rabah Madjer, António André; Fernando Gomes, Paulo Futre, Sousa.
El legado
La final quedó inmortalizada como una de las más épicas e infames por las circunstancias. Para los uruguayos, fue un ejemplo de coraje y entrega. Para los portugueses, significó consolidar su primer título intercontinental en una época dorada para el club.
Tokio 1987 será recordada no solo por el fútbol, sino por cómo los elementos naturales transformaron un partido en una batalla histórica.