Se habla casi siempre que en el deporte importan los resultados. Pero César Luis Menotti, quien partió el domingo (ver aparte), fue un grande, un distinto más allá de un resultado. Porque su revolucionario, novedoso trabajo dentro y fuera de la cancha fue el que produjo el éxito, sea el de Argentina en el Mundial 1978 o el del Juvenil un año después.
El “Flaco”, como se lo apodó popularmente, tomó a fines de 1974 una Selección puro reflejo de un desorden que daba vergüenza en el exterior y aquí. Su reorganización de la albiceleste fue la base no sólo del campeonato sino un precedente para los que quisieron seguir sus ideales. Quién iba a pensar en llamar jugadores de Talleres de Córdoba, en dejar afuera al mismo Diego Maradona, en disputar amistosos en el interior del país. Entre otras cuestiones novedosas para el pobre nivel que nuestro fútbol mostraba al mundo.
Aparte de un cuidado táctico y ni hablar técnico que también lo destacó. Claro que siempre aparecen quienes critican porque sí. Que no le ganó a ningún campeón saliente en el 78, el fracaso del Mundial 82, que no cosechó otros logros grandes salvo la Copa del Rey 83 con el Barcelona de Maradona o diez años antes, el local con Huracán.
Que el achique no servía, que su antinomia con Carlos Bilardo, que últimamente como asesor de la Selección casi era decorativo. No sólo por ganar el primer Mundial, el sagaz, novedoso entrenador fue el mejor de la historia nacional. Al menos, uno de los mejores.
Diego Martín YAMUS.
diegoperiodista93@gmail.com.