El Rampla Juniors Fútbol Club, orgullo del Cerro y símbolo de garra charrúa, estalló contra quien prometió ser su salvador y hoy es apenas un fantasma con apellido rimbombante: Foster Gillett.
La Asamblea de Socios aprobó intimar formalmente al empresario estadounidense para que cumpla con el contrato firmado cuando el club se convirtió en Sociedad Anónima Deportiva (SAD). Las promesas de inversión quedaron en slogans vacíos, y lo que debía ser un “nuevo comienzo” terminó siendo una crónica de abandono anunciado.
💸 De “rescate millonario” a pagar con espejitos de colores
Gillett llegó con la promesa de sanear deudas, invertir en infraestructura y reforzar al plantel. Un año después, lo único reforzado es el hastío de los socios, que ven cómo Rampla no solo pelea por no descender en lo deportivo, sino también en lo administrativo, con deudas que lo tuvieron al borde de caer a la Tercera División por escritorio.
El supuesto inversor, más ocupado en desaparecer de los radares que en honrar sus compromisos, hoy enfrenta la bronca de los hinchas que sienten que les vendieron humo made in USA.
⚖️ SAD: Sociedad Anónima de Decepciones
Lo que debía ser un salto al profesionalismo se transformó en un experimento fallido, dejando a Rampla preso de un contrato que parece beneficiar solo a quien nunca se apareció con los dólares.
Los socios lo tienen claro: “el club es del barrio, no de un gringo que nunca puso un peso”. La intimación es apenas el primer round de un enfrentamiento que promete seguir escalando.
🏟️ Pasión contra abandono
Mientras tanto, en el Estadio Olímpico Pedro Arispe, con la vista a la bahía que envidiaría cualquier gigante europeo, la hinchada sigue alentando como si estuviera en una final del mundo. Porque a Rampla lo sostiene la gente, no los contratos rotos de algún empresario aventurero.
🔮 El futuro inmediato
Rampla Juniors se juega la permanencia dentro y fuera de la cancha. Los Picapiedras ya dejaron claro que no se van a quedar de brazos cruzados: intimaron a Gillett, lo exponen y le recuerdan que en el Cerro, las promesas incumplidas se pagan caro.