Los brasileños ahora son los amos y señores de la Copa Libertadores

El Empate Como Humillación

Durante un siglo, o lo que parecieron serlo en la estrecha memoria del fútbol, la Copa Libertadores fue considerada, para cualquier club argentino, un mero trámite: el trofeo natural, la renta histórica de una superioridad que nadie, ni siquiera la geografía, se atrevía a discutir. Era la mitología barata del «ser campeón continental», un axioma tan incuestionable como la inflación o el pasado glorioso.

Hoy, esa mitología ha caducado.

La reciente y previsible coronación del Flamengo no fue un hito poético; fue un simple ajuste de cuentas, el punto final de una década donde la potencia brasileña, por fin decidida a tomarse el torneo «en serio» —es decir, invirtiendo de manera obscena—, ha igualado la marca histórica. Hoy, la cifra es fría y contundente: 25 para los custodios del Río de la Plata; 25 para la fuerza bruta del mercado brasileño.

No hay simetría ni perfección formal en este empate. Hay una nivelación humillante. Es el momento exacto en que la Historia, esa señora tan vanidosa, se puso al día con la Contabilidad.

El Anquilosamiento de la Costumbre vs. La Pluralidad del Cheque

Cuando se examina la estructura de estos 50 títulos, se revela la verdadera enfermedad de la antigua hegemonía argentina: el anquilosamiento de la costumbre.

Argentina logró sus 25 copas apoyándose en la espalda de solo Ocho clubes, donde las «dinastías» de Independiente (siete títulos) y Boca Juniors (seis títulos) funcionaron como una reserva de oro que se agotó sin un reemplazo genuino. Son las gloriosas momias del pasado, que aún dan prestigio, pero cuya capacidad de acumular se ha oxidado. River Plate y Estudiantes, con sus cuatro cetros cada uno, complementan un sistema donde la épica dependió de la concentración de la mística, no de la vitalidad constante.

Frente a este modelo relicario, Brasil ha impuesto la pluralidad del cheque. Sus 25 copas han sido conquistadas por Doce clubes distintos.

Esto no es generosidad; es saturación. Es la demostración de que la superioridad reside en la profundidad de la liga y la amplitud del músculo financiero. La gloria no la acapara un solo coloso; es repartida entre el Flamengo, São Paulo, Palmeiras, Santos y Grêmio (todos con tres o cuatro copas), asegurando que si un gigante desfallece, otro aparece de inmediato para mantener la cadencia. Es la victoria del volumen, implacable e industrial.

La Deuda Pendiente del Futuro

La siguiente tabla no es un diagrama de batalla; es un recibo de lo que se perdió y lo que se ganó:

País Títulos Clubes Ganadores Observación
Argentina 25 8 Vivir de rentas. Dependencia de dinastías fosilizadas.
Brasil 25 12 Dominio por volumen y capacidad de renovación constante.

Este instante de tregua, este ridículo 25 igual a 25, no durará. No es un punto de partida, es el final de una era. La inercia económica y futbolística brasileña garantiza que la próxima final quebrará esta simetría, no para reinstaurar un equilibrio, sino para establecer una nueva y duradera superioridad. El destino ya dictó que la vieja guardia se conformó con alcanzar la paridad; resta saber cuándo se resignará a quedarse atrás.