La trama secreta del Maracanazo

Por única vez en la historia, el Mundial de Brasil 1950 definió a su campeón con una ronda final entre cuatro equipos. Pero el título que logró Uruguay, el Maracanazo, no fue sólo ese 2-1 a Brasil. Antes, hubo otras dos jornadas. Antes pasaron algunas cosas.

Brasil, España, Suecia y Uruguay habían ganado su grupo, en el retorno de este sistema, y se encontrarían en la liguilla. Todo empezó el 9 de julio, cuando en el Maracaná los locales vapulearon a Suecia 7 a 1, con cuatro goles de Ademir, el fabuloso delantero y máximo realizador del Mundial. Después de un comienzo con dudas, como ese 2-2 con Suiza, el once de Flavio Costa tomaba vuelo hacia su primer campeonato en su tierra.

Ese día, en el Pacaembú de Sao Paulo, los celestes, que debutaron con un trámite ante Bolivia,  iban contra un mucho más fuerte España, con figuras como el arquero Ramallets o los atacantes Basora y Zarra. A los 29 minutos, Ghiggia abrió el marcador, pero a los 37 y 39 Basora desniveló. Uruguay fue por el empate, pero chocaba con el genial Ramallets, que en una acción se lesionó un hombro. Y a los 73, Obdulio Varela remató desde 25 metros, Ramallets alcanzó a mover apenas su brazo y la pelota siguió hasta la red. Era el trabajoso 2-2.

El 11 en Río de Janeiro, Brasil volvió a su ofensiva demoledora, esta vez ante los españoles, por 6 a 1. En el Pacaembú, lo de Uruguay era otra vez más modesto. Sin Roque Máspoli en el arco, a los 5 minutos iba perdiendo con Suecia por el gol de Palmer. De nuevo Ghiggia marcó a los 39 minutos, pero enseguida Sundqvist desniveló. Otra vez a remar. Pasaba el tiempo y la derrota le daba el título a Brasil una fecha antes. Pero a los 32 minutos del segundo tiempo, Omar Míguez, el centroforward de Peñarol,  hizo el empate. Y siete más tarde, el «Cotorra» puso de cabeza el 3-2 y los celestes llegaron a la última jornada con chances de campeonar, con 3 puntos contra 4 de Brasil.

Mientras Suecia vencía a España y se llevaba el tercer lugar, todo el país anfitrión estaba cien por ciento seguro de su triunfo. Fiesta en las calles, tapas sensacionalistas de diarios que decían «Brasil campeao do mundo», hinchas haciendo gestos con cuatro dedos en alusión a que su equipo marcaría cuatro goles. Los dirigentes uruguayos no eran ajenos al favoritismo local, y antes del encuentro les dijeron a los jugadores que con recibir esos cuatro goles estaban cumplidos. Pero previo a la salida al campo, el capitán Obdulio Varela arengó a sus compañeros con una famosa frase: «Los de afuera son de palo… «Estamos cumplidos sólo si ganamos!». Los demás recibieron el mensaje y salieron al Maracaná, vestido de fiesta y de más de 200 000 personas, más de su capacidad real entonces.

Con el inglés George Reader como árbitro, Brasil salió a matar de arranque, y Rouqe Máspoli, en su retorno al arco, sacó varias chances de gol, pero su equipo tuvo las suyas, y Barbosa debió esforzarse. Pero a los 2 minutos del segundo tiempo, Ademir habilitó a Friaca y el puntero abrió el marcador, haciendo explotar a la muchedumbre. Obdulio creyó un offside y se lo protestó a Reader airadamente, un largo rato. El «Negro Jefe» sostuvo años más tarde que lo hizo no por táctica psicológica, sino porque realmente creía que era offside.

Uruguay fue con vergüenza, y a los 21 minutos Ghiggia hizo la primera de su tarde consagratoria. Superó a su marcador Bigode, llegó al área y tiró el centro atrás. Juan Schiaffino ingresaba por el medio y la pelota le quedó apenas atrás, entonces la enganchó de media vuelta y la colgó del ángulo de Barbosa para el 1-1, que igual le daba el título a Brasil.

El local sentía que debía ganar, empatar con el para ellos modesto Uruguay era casi deshonra. Entonces fue al ataque, y no logró nada. Y a los 34 minutos, Ghiggia recibió pase largo de Julio Pérez y arrancó otra vez hacia el arco, pero al llegar al área, en lugar de tirar el centro, optó por rematar. Barbosa se movió pensando que iba a centrar, y la pelota se le metió por su primer palo. La gente explotó en silencio. Sí, explosión pero de silencio e incredulidad.

Brasil fue por un nuevo empate, tiró centros que hicieron lucir la zaga celeste con Matías González, de gran partido, apodado por eso «el león del Maracaná», y Eusebio Tejera. Y el final llegó. Tan increíble como glorioso, tanto que el pobre Jules Rimet, presidente de la FIFA, no entendía nada quién estaba festejando, y en lugar de su discurso en portugués, le dio la Copa a Obdulio Varela. Así fue la novela del Maracanazo. No un solo capítulo, sino varios. Claro que el último fue el más inolvidable.

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Uruguay 2 Brasil 1 Uruguay Campeon del Mundo 1950 Maracanazo

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Los goles del partido con relato de Golchi

Diego Martín Yamus.
diegoanita@hotmail.com.ar

@lostribuneros

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