¿Quién dijo que no existen japoneses rubios? Mike Havenaar es nipón y juega en la selección mayor del equipo Samurái. Es hijo de holandeses pero es nacido y criado en tierras del sol naciente. Juega como atacante y ha pasado por selecciones juveniles del país oriental.
FIFA.com. Minuto 79 del partido Italia-Japón. Con el 3-3 en el marcador, los nipones buscaban desesperadamente el gol que les diera un triunfo histórico y preservara sus posibilidades de clasificarse a las semifinales de la Copa FIFA Confederaciones Brasil 2013. Por ello, el entrenador Alberto Zaccheroni decidió mandar a la cancha a una de sus cartas más fuertes a la ofensiva. Se iluminó el marcador electrónico, salía el número 18, Ryioichi Maeda, y lo remplazaría el 14… ¿Mike Havenaar?
Sin duda, cuando apareció el nombre, más de uno en el estadio habrá pensado que era un error, pero la extrañeza fue remplazada por curiosidad al ver la pinta de este mocetón de 26 años, 1.94 metros de estatura y claro aspecto europeo. Si no se trataba de un fallo, ¿cuál era entonces la historia detrás de esta situación tan poco común? El propio implicado habla en exclusiva para FIFA.com y, con mucho sentido del humor, relata los hechos.
Sushi con un poco de gouda
Mike nació en Hiroshima, Japón, el 20 de mayo de 1987. Su padre, el futbolista holandés Dido Havenaar, había emigrado al País del Sol Naciente un año antes, tras fichar con el Mazda FC de la liga japonesa. Llegó con su esposa y su hija pequeña en brazos para una aventura que esperaba fuera pasajera. Pero fueron pasando los meses y luego los años, y la familia se sentía cada vez más cómoda. Y dos miembros más se unieron al clan, Mike y su hermano Nikki, en 1995.
Así, nuestro protagonista creció en el seno de una familia totalmente europea, pero eso fue lo único que lo ligaba a la tierra de sus ancestros. “Al crecer hablaba en holandés con mis padres, pero desde niño siempre tuve amigos locales y con ellos hablaba japonés. En un principio me sentía un poco de los dos lugares, pero al paso de los años aumentaba mi amor por el país donde nací. Así que, cuando llegó el momento, nunca dudé de mi nacionalidad”, explica Havenaar, en un acento que, en efecto, parece mezclar gestos y tonos de ambas culturas.
Por supuesto, a pesar de que su corazón no tenía dudas, siempre le quedó claro que no era exactamente el niño japonés promedio, pero eso lo hizo sentirse aún más orgulloso de su situación. “Sé que no es muy normal, pero mis compañeros se daban cuenta de quién era, me escuchaban y me veían como uno de los suyos. Eso continúa en la selección. ¡Sé que me veo diferente, pero soy igual que los demás!”, afirma con muy buen humor.
Destino manifiesto
Desde muy joven, Mike se dio cuenta que su destino estaba en un rectángulo verde, y que tenía las condiciones para ello. Además, por sus características físicas podía aportar un estilo que no era común en el futbolista japonés tradicional. “No hay muchos jugadores altos en el país, y eso sin duda ha sido una ventaja en mi carrera. Sin ir más lejos, en esta selección, no hay otros delanteros de mi estilo”, señala, haciendo referencia sobre las condiciones le han permitido ya jugar 16 partidos con los Samurais Azules y marcar 4 goles.
Tras un paso destacadísimo por el Ventforet Kofu de su país, decidió emprender la aventura europea. ¡Y a dónde más podría ser sino en Países Bajos! En efecto, el atacante recorrió, a la inversa, el mismo camino que su padre un cuarto de siglo antes y fichó por el Vitesse donde, 46 partidos y 16 goles después, se ha vuelto fundamental. “Al principio me costó un poco acostumbrarme, pero después apareció ese lado holandés que tenía un poco olvidado y ahora las cosas están saliendo muy bien. Ya me siento como en casa”, reflexiona.
Y ahora, con imágenes de los dos países mucho más frescas, nuestro protagonista pudo hacer una comparación profunda de ambas culturas… o quizá no tanto. “En cuanto al fútbol, la liga holandesa es mucho más física y eso me ha ayudado a desarrollar otras facetas de mi juego. En cuanto a la vida en general, pues diría que prefiero la comida japonesa. ¡Es la mejor del mundo! Y las chicas son más lindas, más pequeñas y delgadas… Espera, ¡no debería decir eso! ¡Las holandesas también son muy guapas!” señala entre risas.
Para concluir, desde una perspectiva un poco más seria, Mike analiza la participación de Japón en la Copa Confederaciones, que ha dejado un gran sabor de boca, pese a las dos derrotas sufridas en la competición. “Lo importante para nosotros, más allá de los resultados, ha sido mejorar como equipo. Estamos enfrentando a rivales muy fuertes en el torneo a los que normalmente no tenemos la fortuna de medirnos, así que lo fundamental es sacar lo máximo de la experiencia y utilizar esos conocimientos el año próximo en la Copa del Mundo”, finaliza el delantero más holandés de Japón… O, como podría también decirse, ¡el delantero más japonés de Holanda!
Fuente: FIFA.com