Estamos llenos de vergüenza por los hechos de violencia acaecidos en Argentina, provenientes del campo de juego y no de la tribuna. Recordamos una trifulca durante un clásico uruguayo en 1990, solo que aquí el referí Eduardo Dluzñiewsky estuvo muy bien, al expulsar a 20 de los 22 jugadores.
Nos indignó la actitud del referí Darío Herrera, quien en el partido de la fecha 13 del Torneo Inicial 2013, expulsó a apenas a 5 jugadores, tras una verdadera batahola durante el partido entre Arsenal y Gimnasia y Esgrima.
Fue tal la bronca, que nuestro memorioso Marcelinho, el hombre de las mil y una historias en el fútbol uruguayo, y que también tuvo sus anécdotas en el Couto Pereira, campo del Coritiba FC, nos señaló un caso ejemplar existido en el fútbol uruguayo, pero con sanción acorde. Jugadores suspendidos y 0 punto para cada uno.
La versión de Marcelinho.
Era un día tibio de 1990, y mi amigo ‘El Wilson’ fanático y enfermo de Peñarol me invitó al Centenario para que le «haga el aguante». Mi amigo esgrimió «Mirá fútbol bó, que vivís penando con ese Tanque ‘aujeriado’… que nunca lo vas a ver en la A» («jeje» digo 23 años después).
Yo no tenía un mango, era estudiante y apenas tenía para ir a la Escuela Técnica, pero el Wilson la tenía atada, por lo tanto, marché con él hacia el Centenario, desde mi viejo y querido barrio Palermo de Montevideo.
La marcha fue a patacón por cuadra, le pegamos por Santiago de Chile, luego Av. 18 de Julio, llegamos hasta el parque de los aliados y ¡me encontré con otro hincha de El Tanque! fue tooooda una fiesta, «nunca hubo tantos hinchas del fusionado juntos», ironizaba mi amigo.
Seguimos la marcha y el cabezón compró las entradas para la Olímpica, ya que la Amsterdam estaba a repleta; mis atuendos fueron un pantalón deportivo celeste y la campera de Danubio, que había ganado de un jugador del equipo de Maroñas, que era amigo mío.
El partido ya arrancaba con clima enrarecido, porque durante la semana hubo una suerte de disputa mediática entre los caudillos Enrique Peña de Nacional y Obdulio Eduardo Trasante de Peñarol.
La prensa en general «metía púa» como dicen en Uruguay, es decir, que se pasaron provocando y calentando el ambiente, solo que tanta presión, generó una tensión increíble y la gente entró al Centenario «envenenada».
Había arriba de 60.000 mil personas, para ver un partido que fue un fiasco, porque hubo poco fútbol y muchas patadas. No parecía un Peñarol – Nacional sino un «Trasante vs Peña».
El juego era un duelo de taitas, Peñarol por aquellos tiempos le ganaba a Nacional con tanta facilidad, que antes del inicio del campeonato sus hinchas sumaban 4 puntos de antemano (en esa época el ganador se llevaba 2 puntos).
Pero con Peña en la cancha, Nacional era otra cosa, y si bien el «Pelado» era un jugador mediocre, tenía ese «algo» que lo volvía toda una figura: la pasión.
El «Pelado» era el gran caudillo del «Bolso» y, aunque en esa época no ganaron nada, al menos daban batalla.
Faltaba poco para que termine el partido, Peñarol era más, y a los «bolsos» le echaron al líder, al motor, al alma del equipo, al violento Enrique Peña; la fiesta de los hinchas de Peñarol, que eran mayoría por ser locales, fue impactante, porque faltaban 7’, y con la ida del «Pelado» Nacional quedaba prácticamente, y en términos exagerados, con 4 jugadores.
La astucia de Peña, producto de la experiencia y de la pasión por los colores, lo llevó que al retirarse del campo, agredrediera a un jugador carbonero, provocando la ira en dos caudillos del «Manya»: Sergio Peluffo y Obdulio Trasante.
En lugar de mantener la calma y acosar a Nacional con juego aéreo, ya que Jorge Seré era malísimo cortando centros, los jugadores mirasoles, en una actitud poco profesional, se trenzaron a golpes con los rivales, y eso provocó la barahúnda.
Lo peor, fue que esa confusión contagió a las hinchadas, y la más enardecida era de Peñarol, quienes intentaron entrar a la cancha a defender a sus jugadores; como no lograron el objetivo, invadieron salieron en masa e invadieron la tribuna Colombes, lugar donde estaba la hinchada de Nacional (visitante) con muchos barras, pero, hay que reconocer: lleno de familias.
La vergüenza ajena fue tal, que nos fuimos furiosos de la cancha por el patético espectáculo, por las corridas en el Parque de los Aliados, teniendo que emprender un recorrido más largo, por la cancha de Central Español, para que no nos peguen por «porte de rostro».
El referí los echó a casi todos, aunque cometió un grosero error al mostrarle la roja a los 11 de Peñarol, ya que el «Gallego» Ferro, arquero de manya, se dedicó a separar. Nacional se quedó con 2, porque el «Chicharra» Ramos, fanático del Carbonero pero con la camiseta del «Bolso» se paró en un costado. Del banco de suplentes tricolor entró exaltado Galileo Galilei Percovich, arquero suplente, y con el sus compañeros del mencionado sector.
Por la calle nos paró un hombre, que vio a mi amigo con la camiseta de Peñarol, iba con sus hijos: «Botijas ¿cómo salió el clásico?» dijo. Le contamos y éste no salía de su asombro.
Al llegar a mi casa, mi viejo, manya fanático dijo «‘que desastre, bó». Yo, con ironía y sabiendo su respuesta, le dije «Con El Tanque no pasa eso»… por respeto no reproduzco su contestación, je.
En este fútbol moderno que cuenta con el Fair Play, Trasante viviría suspendido pero Peña, directamente no podría jugar…
Nota: Daniela Maruti
Narración del hecho: Marcelinho Witteczeck.
@lostribuneros