Dos grandes noticias se sucedieron este jueves por la noche en el triunfo de Boca sobre Gimnasia y Esgrima La Plata que lo llevó a las semifinales de la Copa Argentina. Por un lado, la noche gloriosa de su arquero suplente Leandro Brey, récord al atajar cuatro envíos en la tanda de penales que desempató el 1 a 1 de los 90 minutos. Por el otro, los gravísimos incidentes cometidos por hinchas del “lobo” y seguidos por barras boquenses, que casi termina en lo peor de no ser por la mediación novelesca del mismísimo Juan Román Riquelme, presidente xeneize.
De las dos, sería lógico elegir y ponderar la deportiva, se llame como se llame el club. Sin embargo, no podemos ignorar la violenta, parte del costado negro de este fútbol argentino cada día más venido a menos. Como dice esa fea frase conformista, “es lo que hay”. Sí, lo que hay es malo, y peor que cada vez lo es más y no se hace nada para mejorarlo. Hasta fueron los propios jugadores y técnicos que intervinieron para calmar como si fueran policías egresados, en lugar de que actuaran los alrededor de 800 contratados, que encima abusaron de su poder disparando tiros a cualquiera. Irónicamente, era un partido de fútbol. Realmente, casi es una tragedia.
Diego Martín Yamus.
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