Hay hechos, como en todo orden de la vida, que con el tiempo se olvidan. En el fútbol, con tanto torneo suelto, eso pasa. Como con aquella Copa CONMEBOL, una segunda prueba para los clubes de Sudamérica que no llegaran a la Libertadores. Que, como todo comienzo, era pasada de largo por clubes grandes. Que, con el tiempo, se tornó inolvidable.
Allá por 1992, mientras la gran Libertadores y la Supercopa eran las de las luces, la entidad decidió darle lugar a equipos que no hubieran entrado a la mayor y fundó el certamen con sus siglas, a semejanza de la extinta Copa de la UEFA europea. Dieciséis conjuntos se eliminaban a doble encuentro hasta la final. Ese 92, el mismísimo Boca Juniors de finales perdidas desistió de participar, estando Vélez, Gimnasia y Esgrima La Plata y Deportivo Español en su lugar. El “lobo” de La Plata llegó a semifinales, cayendo con Olimpia de Paraguay, que luego perdió la primera decisión con Atlético Mineiro de Brasil.
Para variar, los brasileños dominaban ampliamente sobre los mediocres argentinos y uruguayos. En 1993 Botafogo batió a Peñarol por tiros desde el punto penal y en 1994, el Sao Paulo de Denilson barrió al “carbonero” 6-1 y 0-3. Hasta que en 1995 Rosario Central sorprendió con un plantel y una campaña imborrable, que derivó en aquella épica remontada ante el Mineiro. Había caído 0-4 afuera, pero en Arroyito se tomó de su fervorosa gente y su equipazo y devolvió el 4-0 (goles de Rubén Da Silva, dos de Horacio Carbonari y Martín Cardetti) y se impuso 4-3 desde los once pasos.
En 1996 Central estuvo cerca, pero era la época de Lanús. El once de Ibagaza, Belloso y Héctor Cúper desde el banco cumplió tal que eliminó al “canalla” en semifinales, y venció a Independiente Santa Fe de Colombia (2-0 y 0-1) y conquistó su primer halago internacional. El “granate” tuvo la chance del doblete para 1997, pero un práctico Atlético Mineiro lo goleó 4-1 en su cancha, en final con escándalo y agresión al técnico visitante, el recordado Emerson Leao. Los del Sur mejoraron en la vuelta, pero no pasaron del 1-1, que consagró de nuevo al brasileño. Para 1998 Rosario Central otra vez quedó a la puerta tras gran tarea, pero perdió con Santos en un desquite en Rosario con cinco expulsados.
La de 1999 sería la última, ya que la CONMEBOL había decidido eliminarla para dejar paso a la nueva Mercosur. Pero la Copa iba a dejar la huella que la caracterizó esos ocho años: pequeña y llena de emoción. Y fue Talleres de Córdoba, un grande que aún no había conocido la gloria, el que puso su nombre para siempre. Con llaves atravesadas con lío (Independiente Petrolero de Bolivia o Paraná de Brasil) arribó a la final con el desconocido Alagoano brasileño. Esa ida fue una pesadilla para la T, ya que tres goles de Missinho y Magrao establecían una diferencia que asustaba, a pesar del descuento de Aguilar y marzo. Mas el blanquiazul le dio vuelta espectacular en su provincia, no sin sufrir. Ricardo Silva y Darío Gigena marcaron un 2-0 que igualaba la serie y la llevaba a los tiros desde el punto penal. Encima, el mediocampista Gabriel Roth había errado un penal para el local. Pero en el minuto 90, apareció el zaguero y caudillo Julián Maidana y cabeceó un córner para el 3-0, el título y el delirio de la gente “tallarín”, que antes había sufrido aquella pérdida en el Nacional 1978 ante Independiente.
Esas emociones casi no se volvieron a repetir. Pero, como los grandes recuerdos, la Copa CONMEBOL, ésa que nadie quería, los dejó grabados para la eternidad.
Diego Martín Yamus.