Mañana de domingo fresquita. Daban ganas de seguir de largo, pero la devoción y el amor por el fútbol lo puede todo. Preparamos nuestros equipos, testeamos cámaras, celulares, y una vez que estaba todo bien, emprendimos vía autopista hacia la zona de Ezeiza. Allí, arriba de 25 ex futbolistas de La Candela boquense nacidos entre 1964 y 1967 se encontraron para despuntar el vicio.
Clima distendido lleno de camaradería. Muchos entrados en canas y otros entrados en kilos. Parece que el tiempo haya pasado en lo físico nada más porque el espíritu de cada uno emanaba frescura, jovialidad, juventud eterna.
La banda se fue armando. El entrenador de ellos en aquella época, hoy hombre de casi 80 años, Pablo Tsolokian, les dio una charla técnica como en aquellos años de purretes.
Por fortuna en la cancha se podía respirar porque si bien el sol estaba fuerte, una brisa fresca compensaba, dando respiro.
Uno de los equipos se vistió con la camiseta titular boquense, mientras que el otro con la alternativa.
La pelota se puso en juego y, sinceramente, para quienes vivimos el fútbol con intensidad, vimos un espectáculo digno de recomendar; pelota al piso, garra como si estuviesen jugando en La Bombonera, entrega, pierna fuerte como en las épocas de juventud, y una búsqueda constante del arco rival.
Al estilo de equipo grande, ahí nadie se atrincheró en el fondo sino que hubo una búsqueda empedernida del arco rival a tal punto que la brega acabó con ocho tantos y un penal atajado.
Los de camiseta de Boca, conducidos desde el fondo por Gustavo Levine, entraron al campo y se comieron en la primera hora entre dos panes a los «gorditos» de camiseta alternativa. Pero, como dijimos antes, se pierde el pelo, el estado físico pero jamás la calidad y, menos, las mañas.
Del otro lado, en los amarillos estaba un tal Gustavo «Tuta» Torres, hombre que tuvo su momento de gloria en aquel equipo de Boca de 1986, cuyos goles suyos llevaron al xeneize a jugar la Copa Libertadores ante River Plate -que luego fue campeón- y los veteranísimos Peñarol (1891) y el Montevideo Wanderers (1902). Con ese habilidoso caudillo comandando las acciones el partido tomó fuego en el complemento.
La camiseta titular ganaba por 3-1 y con mucha comodidad. Pintaba para goleada, pero los amarillos descontaron a tiempo y antes del descanso dejaron las cosas equilibradas.
En el complemento los de la titular perdieron un tiro penal, lo que agrandó a los alternativos y de la mano del Tuta les terminaron dando una verdadera paliza: 5-3.
Espectáculo lindo de recomendar y sería buenísimo acercarse a ver a estos valores formados en La Candela, que si algo les sobra es calidad.
Nota: Marcelinho Witteczeck
Fotos: Fígaro
@lostribuneros