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El lunes fue un día duro para mí, un bostero de alma con su corazón herido. Dadas mis obligaciones y mis tiempos, también una mezcla de admiración, morbo, amor y odio, fui a pagar al lugar de siempre, cito en algún punto de esta ciudad de Buenos Aires.
Allí estaba la morocha bonita, seria como siempre pero muy agradable, realizando su trabajo, junto a su compañera, una rubia de pelo largo, dueña de una cara tan bella como un poema romántico, pero hincha de un equipo chico.
Del otro lado del mostrador, en el medio de la fila, me encontraba yo, con mi cabeza que daba vueltas, mis pensamientos revueltos por los últimos pésimos resultados de mi querido Boca Juniors.
La rubia, hincha de un equipo que no se ni en qué división milita, con disimulo le avisó que allí me encontraba yo. La morocha, hincha rabiosa de River, mientras cobraba solo me miró y esbozó una sonrisa socarrona.
Pasaron los clientes hasta que llegó mi turno, la morocha, abiertamente le dijo a la blonda compañera «dejámelo, éste es mío» y allí fui yo.
Mi cabeza estaba gacha y mi corazón comenzó a latir a mil, en parte es por el enamoramiento prohibido que tengo, porque jamás me casaría con una hincha de ese club lleno de plumas, y por otro la ansiedad por saber con qué iba a salir este lunes.
«¿Y bosterito, que pasó? Hace días que no te veo por aquí, seguro anduviste por Toluca y los chorizos del escarlata te cayeron para la mona ¿no?».
Uh, dije para mis adentros, diría el paisano: «esta se estudió todo lo referente al Toluca, sabe su apodo y me goza por lo de la Libertadores… ¿que le digo?».
En voz alta y con la cabeza en alto le dije «¿que te reís, plumífera?, mientras nosotros nos codeamos con los mexicanos por la Libertadores, vos andás juntando puntos para no volverte a la B».
Ella ya sabía cuál iba a ser mi respuesta, no se si leyó mi mente, o si mi respuesta fue obvia -«Boquita cerrada, jeje, bien cerrada porque los mexicanos primero y Tigre después, te dejaron boquiabierto».
Uh, la mina me mató…
Finalmente pagué mi factura y le recordé mejor que se acuerden de juntar puntos porque los fantasmas del descenso todavía están dando vueltas por Núñez».
Saludé y con la cabeza gacha, como si hubiese perdido de visitante me marché jurando que la vida siempre da revancha…
El Negro Bostero
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