Sigue la bronca en Brasil, y alguien, quien sabe con qué fin concreto, sigue metiendo leña al fuego por medio de redes sociales, envenenando a millares de brasileños, para que haya protestas durante el Mundial.
Los brasileños vivieron siglos bajo el dominio del «patrâo», es decir, de terratenientes que se dividían el país entre ellos como si fuese una gran estancia; encontraron democracia y buenos gobernantes como Fernando Henrique Cardoso, Luis «Lula» Da Silva o Dilma Rousseff, pero recién ahora se acordaron de protestar y romper todo.
La salud siempre fue decadente, la educación patética, y hasta 1995, un pobre no tenía derecho a ir a la escuela, pero aún peor, no tenía derecho a comprar papel higiénico, mucho menos un desodorante, y la pasta dental era un producto de lujo.
Hoy eso, prácticamente no existe en Brasil; gran verdad, los sobreprecios de las obras, buen punto para los reclamos, pero, arruinar la Copa del Mundo, no tiene sentido.
Está bueno eso de protestar, de manifestarse ante hechos indignantes como la falta de presupuesto para salud y educación, pero tratar de boicotear un acontecimiento de la embergadura de un mundial, no es feliz.
El Mundial le va a redituar a Brasil miles de millones de dólares de lucro, además, no solo ganarán dinero durante la disputa, sino que luego de la Copa del Mundo, tendrán millones de turistas que retornarán a disfrutar de las bellezas del hermoso país vecino.
Brasil es maravilloso, tiene gente de una calidez y calidad humana que impresiona, por eso, está bueno que protesten, pero no está bueno que boicoteen.
Daniela Maruti
@lostribuneros