El pibe Hernán Fioritto tenía apenas 20 años. Vivía en una ciudad tranquila, segura. Estaba festejando el 125 aniversario del club de sus amores, Peñarol. De pronto un grupo de malvivientes identificados con el tradicional rival irrumpió en la fiesta y disparó con armas de fuego contra los festejantes.
Fioritto se llevó la peor parte; tras más de un mes de agonía el viernes 4 de noviembre se convirtió en un día nefasto para el fútbol uruguayo, la comunidad de la ciudad de Santa Lucía y en especial para su familia.
En verano de este año tuvimos la gran oportunidad de conocer la Santa Lucía, que dista a unos 60 km. de Montevideo, y hasta hicimos una sesión de fotos de la cancha del Wanderers. Precioso lugar que cuenta con un río, hermosos bosques y que habitado por gente muy amable y tranquila.
Nos tocó de cerca, sin dudas este hecho primero como padres que somos más de uno de los que intregramos Tribunero, y por haber conocido el lugar.
Una multitud se acercó a despedir a Hernán. Los futbolistas del club de sus amores, Peñarol, hicieron un minuto de silencio y se tomaron un tiempito para reflexionar sobre el hecho, mientras que los demás clubes y hasta la Asociación Uruguaya de Fútbol se pronunciaron.
«Cultura Nacional», dice el refrán. Si esta es la cultura que el departamento de marketing del otro grande pretende difundir, los uruguayos están en el horno.
@lostribuneros