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Corea del Norte era el segundo país de Asia en jugar un Mundial en Inglaterra 1966, tras su vecino del Sur ocho años antes en Suiza. Ocupaba un lugar por entonces de privilegio para esas naciones emergentes, ya que la FIFA cometía la injusticia de dar una sola plaza para África, Asia y Oceanía. Y el equipo comunista no tardó en demostrar que no era uno de relleno.
Los norcoreanos habían arrancado el Grupo 4 cayendo 0-3 con la potente Unión Soviética e igualando agónicamente a uno con Chile. En el cierre de la zona ese 19 de julio en el Ayresome Park de Middlesbrough su rival era Italia, que venía de vencer a los chilenos sin convencer y perdido con la URSS. Los italianos confiaban de todas formas en su pase ante un adversario supuestamente accesible. Los asiáticos estaban también optimistas: su técnico Myung Re Hyun, consultado sobre si iba a reservar vuelo de avión por probable derrota y eliminación, desafió en conferencia de prensa: “? ¿Reservar vuelo? Si nosotros nos vamos a clasificar…”.
Y a los 41 minutos, un tal dentista de profesión del ejército, Pak Doo Ik, marcó el gol de un inesperado golpe bajo 1-0. Los medios peninsulares, siempre ácidos, titularon en sus portadas “Vergogna” (vergüenza). Otro grande, aparte del Brasil de Pelé, se iba humillado. Y Corea del Norte seguiría con su epopeya en cuartos de final haciéndole 3-0 parcial al Portugal de Eusebio, que luego los volvió a la realidad revirtiendo para espectacular 5 a 3. Pero estaba claro que el Mundial no era sólo Sudamérica y Europa.
Diego Martín Yamus
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