Se ha hablado y escrito mucho a cerca de los entretelones previos a la primera gran final del Mundial, el Uruguay-Argentina de aquel 30 de julio de 1930. Todos sabemos que la celeste ganó 4 a 2 y fue la primera campeona del mundo. Pero pocos reparan en qué pelota se usó. Vaya detalle.
Cuando los dos archirrivales rioplatenses salieron a jugar la finalísima en el gran estadio Centenario, llevaron consigo una pelota de fabricación de su país. Y claro, como nadie quiere perder a nada, argentinos y uruguayos discutieron con qué balón disputaban semejante evento. En el medio, el árbitro, el belga Jean Langenus, sin saber qué hacer. Por suerte para tamaño momento, se le ocurrió que si tenía una moneda para sortear hacia qué arco atacaría cada equipo, la podría usar para tirar a suerte la pelota a usar.
Langenus sorteó y Argentina ganó esa pequeña contienda. Con una pelota albiceleste se jugó aquella inolvidable final. Parecía darle buen destino a la Selección que ganaba 2 a 1. Hasta que, con la pelota argentina, Pedro Cea igualó, Iriarte hizo el tercero de lejos y Héctor «el Manco» Castro decretó el resultado definitivo y la gran alegría oriental. Uruguay fue primer campeón del mundo. Pero debe agradecerle el balón a Argentina.
Diego Martín Yamus
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