España era en 1982 el nuevo hogar de la Copa del Mundo por un mes. Era tiempo de fútbol dorado, el llamado “lírico”, donde todos tenían un talentoso, hasta el más débil. Ese primer Mundial de 24 países y cinco continentes contaba con excelsos Argentina de Maradona, Brasil de Zico, Francia de Platini, Alemania de Rummenigge, Unión Soviética y su potencia, la belleza de Perú, la fuerza de Bélgica. Hasta los noveles Camerún, Argelia, Honduras o Nueva Zelanda tenían su carta. Pero fue Italia, más allá de contar con un eficaz Paolo Rossi, que con su juego calculador y pobre los terminó mirando a todos desde arriba.
La azurra iba al Grupo 1, donde aparte de Polonia y Perú vivía el simpático Camerún del muñeco del personaje argentino Clemente. Pero los del francés Jean Vincent no fueron a pasear. Cosecharon tres empates, y uno (con los peruanos sin goles) debió ser triunfo, pero una gran personal de Roger Milla fue anulada por inexistente offside.
Los africanos fueron un condimento rico para el 82. Tras lo bueno de Túnez en Argentina 78, Camerún y Argelia se llevaron las dos plazas a las que la FIFA los aumentó. Y los argelinos también fueron sensación, cuando el 16 de junio se atrevieron a vencer al fortísimo Alemania 2 a 1.
Claro que no pensaban el vergonzoso complot entre alemanes y austríacos para dejarlos afuera. Como aún no era regla definir el grupo a la misma hora, el 24 Argelia batió 3 a 2 a Chile. Pero el 25, si Alemania vencía, entraban ambos europeos. Hrubesch abrió a los 10 para los teutones, y de a poco ambos se conformaron tanto que empezaron a tirar la pelota lejos y tramoyas por el estilo. El público de Gijón se dio cuenta rápido y los silbó estruendosamente, pero los dos se salieron con la suya.
El 15 era el segundo encuentro del Grupo 3, donde Argentina había caído ante Bélgica. Fue Hungría que apareció con todo su fuego para arrasar con un pobre El Salvador y encajarle un 10 a 1 que hasta hoy es la mayor goleada de los Mundiales.
Una de las más recordadas Historietas de esa gran Copa fue el Francia-Kuwait del Grupo 4. Los exquisitos galos iban 3 a 0 cuando Giresse se filtró y marcó el cuarto, donde la defensa kuwaití se quedó quieta por un silbato que oyeron desde la tribuna. El árbitro soviético Miroslav Stupar no sabía si dar el gol. Para peor, el jeque Fahd, presidente de la Federación árabe, bajó al campo e increpó al árbitro. Tras varios minutos de dudas, Stupar prefirió anular el tanto, ante la locura de los franceses y de su técnico Michel Hidalgo, que fue expulsado. Por suerte, Bossis restableció el score correcto con el cuarto en el 89.
El local tenía por entonces muy buenos valores, pero un equipo flojo, tanto que su apertura la igualó con Honduras 1 a 1. En el momento de las formaciones sonó el himno español. Apenas los capitanes se saludaron y cada uno se ubicó en su sector, erróneamente volvió a sonar el himno.
España logró su único éxito de su Mundial ante Yugoslavia en la fecha siguiente. Todo empezó mal porque a los 10’ Gudelj puso arriba al buen balcánico. Pero el árbitro danés Sorensen le dio una mano enorme al local: cuatro después, Alonso encaró y lo bajaron cerca de la medialuna, y el juez dio un penal vergonzoso, que Juanito transformó. Luego Saura concretaría el 2-1 final.
Argentina, vigente campeón y con Diego, terminó sin embargo de la forma más baja. Es cierto que en esa segunda ronda integró triangular con los colosos Italia y Brasil, pero anduvo tan flojo como en el resto del torneo. Para más, Maradona fue marcado por Gentile con astucia de pegarle en los gemelos y que el árbitro no cobrara nada. Contra Brasil, ya superado largamente, el diez se hartó y le dio un puntapié al medio Batista que le valió su primera expulsión.
Ya en semifinales, Alemania y Francia libraron un choque de grandes que estuvo a la altura, dando uno de los más espectaculares recuerdos del Mundial con el 3 a 3 final. Un partido que en Sevilla tuvo de todo: la apertura alemana, el empate de Platini y sobre todo la criminal entrada del arquero Schumacher sobre Battiston que debió ser reemplazado e internado. Francia se colocó 3 a 1 en el alargue, pero se quedó y la brava Alemania igualó a tres, para después imponerse en los tiros desde el punto penal y ser finalista de Italia.
Y aquel 11 de julio en el Santiago Bernabéu, esos once italianos con sospechas de arreglo de partidos a cuestas le dieron una lección al potente alemán. A pesar del penal desviado por Cabrini en el primer tiempo, Paolo apareció para la apertura, antes del golazo de Tardelli y el famoso alocado festejo del premier Sandro Pertini en la tribuna. Altobelli hizo el tercero y Breitner descontó para el 3-1 definitivo, tan legítimo como inesperado. Para ese Mundial de fútbol excelso, sin embargo, el campeón era de otro estilo.
Diego Martín Yamus.
diegoanita@hotmail.com.ar