El Mundial de Inglaterra en 1966 pasó y pasará a la historia como uno de los más oscuros, con varios episodios turbios. Pero aquel 23 de julio fue el día más tristemente célebre. En los cuartos de final, el anfitrión dejaba afuera a Argentina gracias a un localista árbitro alemán y Alemania hacía lo mismo con Uruguay con ayuda de un inglés.
Ya era suficiente la destrucción deliberada de Pelé a manos de Portugal y Bulgaria. El encargado de designar los jueces era nada menos que el inepto Ken Aston, el que dirigió el escandaloso Chile-Italia de 1962. El germano Rudolf Kreitlein fue puesto para el gran choque entre ingleses y albicelestes en Wembley, mientras que el inglés James Finney arbitraría a alemanes y uruguayos. La simetría daba para sospechar que algo se estaba tramando.
Y así ocurrió. En Wembley, el conjunto de Juan Carlos Lorenzo tenía controlado al dueño de casa. Hasta que a los 33 minutos Roberto Perfumo protestó una falta en su contra. Se metió Antonio Rattin y exigió la presencia de un intérprete para entender señas y lenguaje de Kreitlein. El juez creyó que Rattin lo insultaba y lo expulsó. El medio de Boca no se resignó a irse y en protesta se sentó en la alfombra reservada para la reina. Tras ocho minutos de discusiones, Rattin se fue no sin antes retorcer la bandera inglesa que estaba en un costado, y la gente empezó a arrojarle latas de cerveza y debió salir corriendo al vestuario. La expulsión cambió el partido y faltando 11 minutos, un cabezazo de Geoffrey Hurst dio el triunfo a los de Alf Ramsey. Apenas terminó, los argentinos reaccionaron mal contra Kreitlein y fueron duramente sancionados. Ramsey los nombró en conferencia como “animals”.
Mientras tanto en el estadio Hillsborough de Sheffield, Uruguay empezó con todo y antes de los diez minutos, un cabezazo de Pedro Rocha fue atajado en la línea con las manos por el lateral Schnellinger. Finney no cobró el indiscutible penal e hizo seguir el juego. Luego Helmut Haller abrió el marcador, y apenas reiniciaron los orientales Troche y Silva fueron expulsados. Los alemanes aprovecharon y con goles de Beckenbauer, Haller y Seeler redondearon el triste 4 a 0. Había que sacar a los sudamericanos como fuera, y el complot funcionó a la perfección. Oscura perfección.
Diego Martín Yamus
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