Chile no era ni siquiera en Sudamérica un país de jerarquía en el fútbol. Por eso su designación como sede del Mundial de 1962 causó sorpresa y hasta el revuelo con Italia. Sin embargo, el suelo trasandino nnnno sólo estaba en condiciones de organizarlo, sino aún mejor, competir con los grandes: Brasil, Checoslovaquia, Alemania, Italia, Unión Soviética.
Contra la fuerte URSS se enfrentó aquel 10 de junio en Arica en los cuartos de final, tras un meritorio segundo puesto ante Alemania, los italianos y Suiza. Era sin duda un escollo complicado si quería realizar su sueño de entrar entre los cuatro mejores del mundo. Pero el conjunto de Fernando Riera estaba sólido, y con un Leonel Sánchez encendido. A los 10 minutos, un tiro libre suyo tomó mal ubicado a Lev Yashin y abrió el marcador. La multitud en el estadio Carlos Ditborn se aquietó más tarde, a los 26, cuando el puntero Chislenko rompió la ley de fuera de juego y definió ante Misael Escuti para el empate.
Sólo dos después, otro que le pegaba muy bien de lejos, Eladio Rojas, intentó otro remate y Yashin volvió a fallar, y la pelota siguió hacia la red. Era un 2 a 1 glorioso, pero restaba mucho por jugar. Ahí apareció la buena defensa chilena, con el zaguero Raúl Sánchez como figura, el local se mantuvo y logró el hito: triunfo ante el poderoso once comunista y llegada a las semifinales en su patria.
Ya Chile era tomado en serio, ya había dejado de ser una curiosidad. Y aunque no pudo batir al imbatible Brasil aún sin Pelé, el 16 si lo logró sobre otro de Europa Oriental, la potente y estilista Yugoslavia, con otro tiro de Rojas a los 90 minutos. Así se consagraba tercero, su mejor trabajo mundial. Pero ya no le hacía falta ganar ese puesto. Ya Chile figuraba en la historia grande.
Diego Martín Yamus
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