Tras aquella tramoya triste que sufrió ante Alemania, donde su estrella Puskas fue deliberadamente lesionado, Hungría había quedado golpeado de cara a los tramos decisivos. Así encaró los cuartos de final con Brasil y la semifinal con Uruguay. Ni imaginaba que todavía le esperaba más dureza hacia la final.
El 27 de junio en Berna, los brillantes magiares arrancaron con todo ante los brasileños, estando dos goles arriba en apenas siete minutos por sus tremendos Hidegkuti y Kocsis. Enseguida Djalma Santos achicó de penal, y el encuentro comenzó a asperezarse de ambos lados. Lantos volvió a aumentar a los 60, pero el talentoso Julinho descontó a los 65. El juego fuerte se hizo más seguido y el árbitro inglés Arthur Ellis debió expulsar a Boszik y Nilton Santos por agresión. Y más tarde a Tozzi. Sobre el cierre, de nuevo Kocsis decoró el 4-2 que mandó a Hungría a semifinales. Pero allí no terminó la cuestión.
Puskas se burló del técnico Cesé Moreira, que respondió agrediéndolo. Se metió el zaguero Pinheiro y golpeó también al astro, que tomó una botella del suelo y le pegó un golpe en la cabeza cortándolo. Los brasileños quisieron hacer justicia e invadieron el vestuario húngaro, desatándose una gresca de proporciones donde la Policía también intervino a bastonazos indiscriminadamente. Fue un oscurísimo episodio conocido como “la batalla de Berna”.
Eso no fue todo el sufrimiento europeo para arribar hasta la final. Con Puskas en mala condición por aquel puntapié del alemán Liebrich, Hungría debía encarar al aguerrido Uruguay, campeón reinante e invicto en la Copa hasta esa tarde. Otra vez los de Gustav Sebes empezaron con todo por Czibor a los 13 minutos, y apenas reiniciaron Hidegkuti volvió a aparecer de cabeza para un 2-0 que parecía indescontable. No para la inquebrantable celeste, que por medio de Juan Hohberg produjo otro de sus milagros y empató a dos enviando la semifinal a tiempo suplementario. Allí estuvo otra vez Kocsis para ganar dos veces y poner otro 4 a 2 para llevar a su equipo a la decisión con Alemania. Pero dos batallas de todo tipo y 240 minutos de durísima acción dejaron huella en aquella bella Hungría.
Diego Martín Yamus
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