Si bien era respetable esos primeros años de Mundial, Uruguay no era candidato seguro a ganar Brasil 50, adonde regresaba tras su título de 1930. Tanto que hasta integraba el Grupo 4 sólo con Bolivia, ya que otros como Escocia o India se habían bajado.
Por eso ese 2 de julio en el estadio Independencia de Belo Horizonte, apenas alrededor de 5300 personas eran espectadores del desigual debut celeste. El lugar incluso no tenía agua en los vestuarios. Poco le importó a los de Juan López, que rápidamente establecieron diferencias con el pobre once boliviano. Omar Míguez marcó un triplete, Juan Schiaffino dos (no cinco como se cree, algo que él mismo aclaró) y completaron Julio Pérez, Vidal y Ghiggia.
Nadie reparó en ese equipo ni ese país para ellos desconocido. Uruguay se ocupó con los días siguientes en explotar al mundo con el triunfo sobre el local, el famoso Maracanazo. El camino del humilde empezaba humilde.
Diego Martín Yamus
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