En Italia 1934, el sistema de disputa del Mundial había cambiado. De la fase de grupos a la dura eliminación a un solo partido, con alargue y repetición al día siguiente o a las 48 horas, nada de penales. Entre los partidos de octavos de final había uno muy atractivo entre dos potencias europeas, Austria (el famoso «equipo maravilla») y el técnico Francia, con cracks como Matthias Sindelar y Jean Nicolas para cada lado.
Pero ese 27 de mayo en el Stadio Benito Mussolini de Turín la figura fue el árbitro, el nneerlandés John Van Moorsel. Tras los noventa minutos igualados a uno, goles de justamente Nicolas y Sindelar, debió recurrirse a tiempo extra. Cuentan las crónicas que antes de iniciarse el alargue, los altavoces del estadio difundieron los resultados de los demás encuentros, entre ellos la derrota de Países Bajos, la patria de Van Moorsel, con Suiza 2-3. Quizá por eso, el juez cometió un par de errores gruesos que incidieron en el final.
Primero, Van Moorsel olvidó terminar el primer tiempo suplementario de 15 minutos, dando tres o cuatro más. En ese momento, el delantero austríaco Schall se encontró en offside casi diez metros y marcó el segundo gol de su equipo, a la vista de todo el mundo menos él que lo convalidó. Ese 2-1 derrumbó a los galos, Austria aumentó por Bican y el descuento de Verriest de penal faltando dos alcanzó a redondear el 3-2 definitivo.
El Wunderteam de Hugo Meisl siguió hasta las semifinales, donde fue batido por el local 1 a 0, y luego caería por el tercer puesto con la Alemania llena de política. Fue un hecho curioso, no sería el único en esa naciente historia mundial.
Diego Martín Yamus
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