Hinchada falsa, jugadores fugados, un inexistente campeón y un atacante prestado: Corea del Norte

La selección de Corea del Norte volvía a jugar un Mundial tras 44 años. En Inglaterra 1966 fueron recordados por haber paseado al Portugal de Eusebio en la primera parte, donde en apenas 25 minutos ganaban 3-0 y en el complemento los lusos reaccionaron y ganaron por 5-3. Para Sudáfrica 2010 se vieron las caras otra vez y pasaron cosas muy raras, entre ellas la derrota por 7-0, resultado que fue distorsionado por el régimen de Kim Jung-Il, supremo de ese momento.

Los norcoreanos llevaron una tremenda afición al Mundial de Sudáfrica. Su seguidora hinchada estaba compuesta por unos 2 mil seguidores que acompañaron al equipo durante la primera ronda que duró el conjunto en la competición. Era tierno ver a esa falange compuesta por hombres, mujeres y niños de diversas edades que portaban banderas, camisetas y maquillaje alusivos al país en cuestión.

Decían las crónicas de la época que eran muy educados, aunque en un tono suspicaz; no gritaban nada de las graderías, solo preferían disfrutar del espectáculo y apenas aplaudir u ovacionar ante una jugada favorable.

Era raro ver eso en un país tan cerrado. Tan ortodoxo donde no puede salir nadie y para entrar hay que cumplir con miles de exigencias. Muchos medios de prensa internacionales trataron de hacerle notas a esos «fanáticos» pero nadie se animaba a hablar por miedo a represalias cuando, supuestamente, volvieran a casa.

Sin embargo, trascendió que esa hinchada era «trucha». Es decir, falsa. Que se trataba de un grupo de actores y actrices chinos contratados con suficiente antelación y entrenados para la ocasión.

La concentración estaba a 40 kilómetros de Johannesburgo siendo previamente preparada para convertirse en un lugar blindado y tan hermético que no se escaparía ningún tipo de información, ni ningún futbolista.

Sin embargo, la FIFA les obligó a dar señales de vida y fueron celosamente controlados por los veedores, ya que para el Mundial de 1966 se sospechaba que para el complemento, tras ir venciendo 3-0 a los portugueses, cambiaron los once futbolistas sin que nadie se dé cuenta. El imaginario popular dice que «son todos iguales», pero cierto es que esto jamás se pudo comprobar, pero que siempre quedó esa suspicacia.

Otras de las curiosidades de los norcoreanos era que su equipo estaba conformado en su mayoría por oficiales del ejército, siete en total, entre ellos el capitán Hong Young-Jo.

También, se supo años después gracias a un corredor portugués llamado Álvaro Leite, que al estar en Pyongyang se enteró de la pasión que sienten los peninsulares por el fútbol, y que la señal del partido que jugaron contra Portugal por el Grupo G en Ciudad del Cabo, que acabó 7-0 a favor de los lusitanos, fue desconectada cuando iban 4-0. El ministerio de comunicaciones le indicó al pueblo que lograron resistir ese resultado ante un gigante del fútbol mundial llamado Cristiano Ronaldo. Tras finalizar la Copa del Mundo, le comunicaron a los habitantes que el campeón fue el mismísimo Portugal, en lugar de sus vecinos de España.

Otra cuestión rara fue la indumentaria. Hasta el comienzo del Mundial no sabía quién iba a vestirlos al no haber textiles en su país, o bien, al no ser difundidas, entonces durante los amistosos los equipos eran suministrados por una compañía chica española, mientras que para el mundial lo hizo una italiana llamada Legea. Ninguna de ellas firmó contrato alguno con el gobierno sino lo hicieron de manera informal.

Durante el partido contra Brasil, jugado el 18 de junio, donde cayeron por 2-0, corrió el rumor de que cuatro futbolistas norcoreanos se fugaron para no volver más a su país; Kim Myong Won, Kim Kyong Il, Pak Sung Hyok y An Chol Hyok, directamente desaparecieron. En su momento se decía que fueron ayudados por aficionados a escaparse. El hecho fue que no estaban con la delegación que se dividió entre titulares, suplentes y el resto que miraba el partido desde la tribuna.

La estrella del equipo, Jong Tae-Se, en verdad era japonés, de padres de Corea del Sur pero fervientes seguidores de Kim Jong Il, siendo miembros del Partido Comunista norcoreano. Allí consiguieron la ciudadanía de Corea del Norte para su hijo.

Apenas dos periodistas fueron autorizados por el régimen para poder cubrir el Mundial. Los primeros partidos ante Costa de Marfil y Brasil llegaron en diferido gracias ya que la televisión norcoreana pudo piratear la señal de las de Corea del Sur. Finalmente la FIFA les vendió los derechos y pudieron televisar en directo el partido ante los portugueses pero lo cortaron en el 4-0. El resto de la información llegaba vía radial y anunciaron que Portugal arrasó con la Copa del Mundo y que Cristiano Ronaldo fue la figura.

Fue rotundamente desmentido que el equipo, al llegar a Pyongyang, sea humillado por el gobierno, dolidos por el papelón mundialista. Incluso la FIFA abrió una línea de investigación y llegaron a la conclusión de que eran rumores.

Cierto es que para esa Copa del Mundo los clásicos contra Corea del Sur se debían jugar en campo neutral; Corea del Norte oficiaba de local en China, mientras que los surcoreanos en Japón.

Para ese Mundial, en las clasificatorias, ambos equipos se vieron las caras. Por primera vez, el régimen de Kim Jong-Il permitió que jueguen en partido de ida en Seúl. Claro, les advirtió que si perdían «que vuelvan nadando», por fortuna terminaron sin goles y reinó el buen trato por parte de la afición sureña para sus contrincantes del norte. «Corea es una» rezaban varios carteles apostados en el estadio.

La revancha, pactada para jugarse en Pyongyang finalmente se jugó en Shanghai (China).

Para las clasificatorias Qatar 2022 jugaron en la capital norcoreana, por primera vez en 30 años, solo que los sureños debieron cruzarse hasta China, pedir la visa y de ahí tomar un vuelo. Se jugó sin público y los pocos periodistas de Corea del Sur acreditados no pudieron entrar al país ningún elemento de comunicación. Debieron dejar todo en la embajada ubicada en Pekín.

@lostribuneros

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