Hace 52 años, en el Mundial de 1974, Haití fue brevemente noticia por un gol. Hoy, la selección caribeña ha roto cinco décadas de silencio para meterse en el Mundial de 2026. Es una gesta, dicen. Una historia de triunfo sobre la adversidad. Pero la verdad es más ácida y mucho más oscura.
Este «milagro» deportivo no es el símbolo de una nación que se levanta, sino un incómodo contraste que subraya la podredumbre y la desesperación de un país al borde del colapso total.
Un Triunfo Ausente de su Propia Tierra
El equipo dirigido por Sébastien Migné se clasificó con una victoria decisiva en Curazao, ganando el Grupo C de la CONCACAF por encima de Honduras y Costa Rica. Una hazaña para un país que solo ha participado una vez antes.
Sin embargo, hay que mirar la letra pequeña: los jugadores haitianos no pueden pisar su propia tierra para entrenar o jugar. La logística no es solo incómoda; es una cuestión de vida o muerte. La selección ha sido, esencialmente, un equipo itinerante de talentos dispersos en clubes europeos. Su victoria no se forjó en el calor de Puerto Príncipe, sino en la seguridad y el anonimato del extranjero.
¿El motivo? Haití ya no pertenece al Estado, sino a las pandillas.
El País más Peligroso del Mundo
El contexto en el que se celebra esta clasificación es aterrador. Lejos de ser un país normal, Haití es un caso de manual de Estado fallido, posiblemente el más extremo del planeta.
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Dominio de las Bandas Armadas: Cerca del 90% de la capital, Puerto Príncipe, está bajo el control de grupos armados que imponen su ley con una brutalidad impensable. Liderados por figuras como el expolicía y ahora jefe de pandilla conocido como «Barbecue», estos grupos controlan carreteras, puertos y barrios enteros.
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Violencia Extrema y Desplazamiento: Los asesinatos, secuestros y la violencia sexual generalizada son la norma diaria. Cientos de miles de personas han sido desplazadas, viviendo en la miseria y con un miedo constante.
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Gobierno de Fantasía: Desde el asesinato del presidente Jovenel Moïse en 2021, el país no tiene un gobierno electo ni un parlamento funcional. El actual Consejo Presidencial de Transición (CPT) es una estructura de facto, ungida por actores internacionales, que apenas tiene poder nominal. Es una administración con una legitimidad nula y escaso control real sobre el territorio.
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Crisis Humanitaria Apocalíptica: Más de la mitad de la población sufre de inseguridad alimentaria aguda. El sistema de salud está desmantelado o ha huido, llevando a la suspensión de operaciones de ayuda vital.
El Gol que Nadie Puede Celebrar en Paz
La clasificación es un destello fugaz, una historia de «superación» que adorna las páginas deportivas, pero que no cambia ni un ápice la realidad infernal que espera a los millones de haitianos.
El triunfo del fútbol se siente obsceno cuando se sabe que en el mismo momento en que Louicius Deedson marcaba el gol de la clasificación, los haitianos luchaban por conseguir un mendrugo de comida o por no ser secuestrados a plena luz del día.
Esta no es una historia conmovedora de resiliencia. Es una historia cruda de talento deportivo que logra escapar por una ventana, mientras la casa se incendia. Es el recordatorio amargo de que, para que un puñado de jóvenes logre patear un balón en el escenario global, el resto de su país debe hundirse en la miseria, la anarquía y el terror.
El fútbol puede ofrecer un escape de 90 minutos, pero a la vuelta del Mundial de 2026, lo único que le espera a Haití es la misma banda criminal, la misma pobreza extrema y el mismo vacío de poder que lo ha convertido en una herida abierta del continente.

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