Abdelhak Nouri había caído tendido en el campo de juego durante un partido amistoso de verano en Austria, jugado en 8 de julio. El futbolista holandés de 20 años de edad hacía sus primeras armas en el equipo profesional del Ajax Amsterdam, repentinamente en pleno partido frente al Werder Bremen alemán, se tiró al piso pidiendo asistencia: un paro cardíaco lo sorprendió.
La incidencia no fue tras ninguna falta, ni cayó de súbito en el campo de juego, sino que se fue acostando en la cancha y comenzó a desvanecerse frente a la multitud que estaba en el estadio de Insbruck.
Los médicos entraron al campo de juego e intuyeron que se trataba de algo grave. La ambulancia con paramédicos ingresó al campo y lo fibrilaron. Inmediatamente llevaron a Nouri a un hospital de alta complejidad donde constataron que se trataba de un paro cardíaco. Lograron estabilizarlo y salvar su vida, pero temían lo peor: las secuelas.
Su cerebro pagó el pato. De acuerdo a informaciones brindadas por un familiar el juvenil sufrió «daños cerebrales irreversibles». Fuentes indicaron que no quedó en estado vegetativo.
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