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El presidente de Talleres bajó el tono y se disculpó con Claudio “Chiqui” Tapia. Entre la incredulidad de los hinchas y las suspicacias del ambiente, la jugada huele más a cálculo que a arrepentimiento.
En un fútbol argentino donde las disculpas son más raras que un árbitro imparcial en el minuto 90, Andrés Fassi sorprendió con un giro inesperado: pidió perdón públicamente a Claudio “Chiqui” Tapia. Sí, el mismo Fassi que hace unos meses denunciaba “cosas raras” en la AFA, ahora bajó la guardia: “Ni el momento ni la forma fueron adecuados”, dijo, con tono de mea culpa.
La confesión, sin embargo, dejó más preguntas que respuestas. ¿Es un acto sincero de autocrítica o una estrategia para acomodarse mejor en el mapa político del fútbol argentino?
El sarcasmo de las tribunas
En redes sociales, los hinchas no perdonaron:
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“Ahora pide perdón como si fuera campaña de Visa: en 12 cuotas sin interés”.
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“De crítico implacable a devoto arrepentido, ¿cuándo sale la estampita de San Chiqui?”.
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“Si le funciona, que pruebe también pidiendo disculpas por el juego del equipo”.
La sensación general es que la disculpa no nace del corazón, sino del bolsillo: una jugada para calmar aguas en un momento delicado para Talleres.
Tapia, canonizado
Con cada enemigo que se arrodilla, Tapia se agranda. La escena suena casi litúrgica: dirigentes que ayer lo cuestionaban, hoy piden perdón con voz de monaguillos. La duda que flota: ¿qué beneficios se negocian entre líneas? ¿Un fixture más amable, arbitrajes menos duros, o simplemente paz política en los pasillos de Viamonte?
El negocio del perdón
En Argentina, el “perdón” no es virtud: es estrategia. Fassi lo entendió y se adaptó. Porque en este fútbol, lo único más rentable que ganar en la cancha, es no perder en la mesa.
