De nuevo en San Pablo, llegadito en ómnibus casi por un capricho o una necesidad periodística de querer conocer las rutas brasileñas. El hecho es que el recorrido entre Curitiba y San Pablo se convirtió en una odisea, tanto en la ida como en la vuelta.
Luego de haber llegado al hotel, tomé una ducha, cené y tuve que continuar con el itinerario establecido, ya Daniela y Fede habían emprendido su retorno a Buenos Aires a encontrarse con el resto de la banda tribunera.
Solitario aquí en San Pablo, cansado por el viaje que fue de terror, dormí angelicalmente hasta las 8 del día martes.
Luego del despegue de las sábanas vino la clásica ducha, cepillado de dientes el “empilchamiento” y un suculento desayuno.
Tras todos los preparativos para salir a las calles paulistanas, la odisea comenzó: nadie conoce su propia ciudad.
Antes de ir al Morumbí me di un paseo por el Pacaembú, que queda relativamente cerca de la Av. Paulista. Al salir pregunté en el hotel cómo hacía para ir, sinceramente el conserje no tenía idea pero al menos le puso onda y rápidamente la solución llegó.
Tomé el ómnibus y le pregunté al guarda si podría avisarme, pero el hombre se olvidó, agradezco la suerte de tener una idea del lugar porque una semana antes había estado allí, ya que tuve que volver porque se habían quedado sin luz. Solo que la vez que fui entré por otro recorrido.
Hice un lindo paseo por el museo del estadio, un muchacho muy agradable e hincha de Portuguesa fue el encargado de darnos la bienvenida y la marcha se dio.
Espléndido el museo, mucha historia y cosas conmovedoras, como el pasillo del “Maracanazo”; es un lugar oscuro y triste donde pasan el video de los goles uruguayos en la final de 1950.
Hubo un sector dedicado al antiguo Brasil y al nacimiento del fútbol en ese país. El balompié brasileño comenzó a practicarse de verdad a partir de 1930, cuando los primeros “negros” comenzaron a deleitar con su destreza en los campos de juego.
Luego de recoger información y ver como era el escenario, me retiré pero antes pregunté como hacía para llegar al Morumbí… ¡nadie sabía!.
Fui preguntando por la calle, hasta que un señor muy cordial me dio, al menos, una pista: “Caminá derecho por esa subida hasta la avenida, allí te vas a orientar” (en portugués, obviamente). Caminé esas 8 cuadras que era en subida, con los equipos en la espalda, y finalmente llegué a la bendita avenida.
Pregunté a la gente pero nadie sabía de nada, la gente no conoce su ciudad, me pareció algo vergonzoso y la gran mayoría se agarra del “esto es muy grande”. Finalmente llegué a una estación de servicio donde el playero me dijo “Tomate el ómnibus tanto y bajate frente a la cancha de Bambi”, te vas a dar cuenta porque vas a ver a “Bambi”, le agradecí y marché.
En la parada por las dudas pregunté, y efectivamente el ómnibus era el correcto. El viaje duró 40’ y fui preguntando dentro del colectivo. Una señora muy amable que subió conmigo me dijo “Me bajo y calculale dos paradas”, pero un muchacho me dijo “esperá que me baje y bajate en la próxima”.
¡Llegué al Morumbí!… aunque busqué con la vista a la cancha de Bambi que tanto me habían dicho los muchachos de la estación de servicio, pero nada.
Comencé a preguntar dónde estaba el museo del club e inmediatamente me orientaron. Llegué a la recepción donde una bella y simpática joven brasileña me atendió y ofició de anfitriona.
Dentro del Morumbí me explicaron que la cancha de “Bambi” no existe, que se trató de una broma de un hincha corinthiano. Puse cara de ofendido, porque sinceramente estuve a punto de largar la carcajada.
El tour comenzó a las 14 hs. en punto y varias personas aparecieron casi de la nada. Todos ellos eran hinchas de San Pablo o al menos eso acusaban. La pregunta de rigor por parte de la bella joven anfitriona fue “¿de qué cuadro sos?” le respondí y ella prosiguió “¿y en Brasil?” ahí respondí con el pecho inflado “Coritiba”; su sonrisa y simpatía compraban, y remató con un “luego de este tour vas a terminar hincha del San Pablo, vas a ver”… (ni loco me hago del San Pablo ¡aclaro!)
Nos mostró todo el coloso de cemento, además nos contó que en una época el estadio albergaba 150 mil aficionados, luego fue reducido para 100.000 y ahora tiene una capacidad para 72.000.
El Cícero Pompeu de Toledo ubicado en el coqueto barrio Morumbí, genera cerca de 3.000 puestos de trabajo, de manera directa e indirecta.
Fuimos a la sala de conferencia de prensa rival, es un verdadero “sucucho” como dirían en mi barrio, mientras que la perteneciente al San Pablo es un gigante y a todo lujo.
Partimos en los vestuarios y luego a la sala de calentamiento de los jugadores, pateamos un penal cada uno y cuando me tocó a mí pedí el cambio, nah, es broma: le metí el gol al arco libre y lo festejé. Luego salimos a la cancha como lo hacen los jugadores del tricolor paulista y finalmente emprendimos para el escudo. No está permitido pararse sobre el escudo ¡qué cantidad de hinchas del Corinthians me hubiese agradecido si lo hubiera hecho!…
Fuimos a las tribunas, a la popular, y luego fuimos al interior del estadio, a la sala presidencial, donde los máximos dirigentes miran los partidos.
En fin, estuvo muy bueno aunque me resultó algo caro ya que costó cerca de 70 pesos, duró una hora y media. Valió la pena porque allí uno conoce esas “perlitas” que no se ven a menudo, además la piba le puso una onda increíble y nos hizo pasar un momento muy lindo.
Al salir del estadio me orientaron tan bien que esta nota la estoy escribiendo desde la India… nah, en verdad desde el hotel.
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