Luego de una nueva impiadosa caída, la segunda oficial pero la sexta del 2016, Boca vuelve a abrir varios signos de interrogación. ¿Cuál es la solución a este negro momento? Es la pregunta de la mitad más uno. Y la respuesta es difícil de encontrar, ma´s después de la lastimosa actuación del 0-1 ante Atlético Tucumán que lo deja casi en el fondo de la Zona 2, demasiado lejos del primer puesto que da un lugar en la final por el título.
Pero la aún no confirmada salida del entrenador, el cuestionado Rodolfo Arruabarrena, el mismo que le dio dos campeonatos hace sólo tres meses, no parece la medicación adecuada para este paciente. El Vasco tiene, como cada uno de los involucrados, responsabilidad en esta racha oscura, cambiando de esquema y de jugadores al compás de las derrotas y sosteniendo apellidos fuertes por encima de los malos rendimientos. También es muy evidente que sus dirigidos no lo ayudan al pisar la cancha; sin querer decir el típico “juegan para echar al técnico”, es difícil de explicar el bajísimo nivel de los futbolistas, especialmente de los famosos “referentes”: Daniel Díaz, improvisado lateral derecho, Gago, que coronó su mala actuación perdiendo un gol con el arco libre, más la repetición de la pobreza de Tévez y Osvaldo. Las mentadas variantes tras la goleada ante San Lorenzo no incidieron y demostraron que no se puede cambiar por cambiar. Mucho menos el mal tan argentino de colocar jugadores en puestos que no les son familiares. Pero, si bien la máxima futbolera dice que el primer fusible es el técnico, en este caso el DT xeneize no puede ser tan acusado como lo ha sido si los encargados de jugar no responden.
Por eso, la renuncia probable de Arruabarrena, a esta hora no oficial, no sólo no es la solución sino que es una injusticia con sólo dos jornadas. Y, con sólo dos jornadas, un absurdo variar todo un esquema de trabajo por las famosas urgencias resultadistas. Si Boca quiere un rumbo mejor en el Transición sacando al Vasco y trayendo algún nombre rimbombante como los que se rumorean, corre peligro de caer más debajo de lo que cayó este domingo.
Diego Martín Yamus
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