Finalmente no se sabe ni se sabrá, hasta el martes por lo menos, quién será el campeón de la Copa Libertadores luego del papelón protagonizado por hinchas de River Plate.
Desde la primera edición jugada en 1960 hasta ahora han habido hechos bochornosos, diría uno «típico de la Libertadores», pero que una final no se pueda jugar ni que tampoco se sepa cuando se va a disputar, ya es el colmo.
Se sabe que se jugará el Mundial de Clubes y que Sudamérica deberá llevar un representante, lo que no sabemos si el representante lo ganará en la cancha o en las oficinas de la Conmebol.
La primera final, jugaba de La Bombonera se entiende porque fue por consecuencias del tiempo; tempestad inesperada y la obligación de sus pender el juego.
Sin embargo, no se esperaba una reacción así por parte de un grupo de hinchas de River -y que no vengan con el viejo dicho «no nos representan»- que dejó mal parado una vez más al club millonario.
Ese «una vez más» es en referencia al día que descendieron en 2011 donde destruyeron su propio estadio. Por lo que no es nuevo que tengan este tipo de reacciones. Pero, sorprende, porque desde que Rodolfo D’Onofrio está en la presidencia el club se había vuelto lo que fue siempre: una institución seria y ganadora.
La ministro Patricia Bullrich se la dió de canchera al decir que al tener un G-20 en el país, cómo no iban a poder con una final, y encima, con apenas la hinchada local.
Para peor, al cambiar de fecha, y al haber una policía que parece ser incapaz de contener a todos, el clásico entre San Lorenzo y Huracán fue suspendido, por lo que la Ciudad se quedó sin el pan y sin la torta.
Que hay un campeón, lo hay, y son los violentos.
@lostribuneros