Es sabido que el racismo en Europa es de nunca acabar. Ya lo vimos con un tal Adolf Hitler, también con el propio Stalin, Francisco Franco, Nicolai Ceaucescu y el «Duce» Mussolini, donde sus depuraciones étnicas costaron millones de vidas, heridos de todo tipo y exilios.
El hecho que el camerunés Pierre Webó, hombre formado profesionalmente en el fútbol de Uruguay, haya hecho parar un partido en Europa por haber sido señalado de «Negro», generó precedente en el fútbol del viejo continente pero despertó polémica en el Río de la Plata.
Edinson Cavani dijo: «gracias negrito» a un amigo y eso se convirtió en piedra de escándalo en Inglaterra. Ahora están viendo flexibilizar la palabra para no sancionar al oriental que en verdad se expresó en un tono afectuoso hacia un amigo.
Incluso el masivo diario británico Daily Mail a la hora de decir la palabra «negro» escribió: «N****».
Entonces se abre el debate sobre la palabra «Negro». Tanto en redes sociales argentinas como uruguayas hay versiones muy parecidas. Hay formas y formas de expresarse. No siempre mencionar a una persona por sus rasgos llega a ser ofensivo, dicen unos, mientras que otros se muestran a favor de la formalidad y utilizar otros términos para describir a una persona.
Un colega nos contaba una vez que estaba apoyado contra una baranda mirando un espectáculo, en Buenos Aires, y alguien le gritaba «Flaco, ¿te podés corrér?», y éste hacía caso omiso. Finalmente, furioso se levantó quien pedía que se corriera y le increpó: «¿no me oís que te estoy hablando». La respuesta de este periodista fue: «¿vos decías flaco correte, yo soy gordo». Sorprendido el interlocutor replicó: «No tengo confianza para llamarte gordo», el reportero no se quedó atrás: «tampoco para llamarme flaco». Finalmente el ofuscado, al sentirse ridiculizado ante la sonrisa socarrona de quienes estaban al lado suyo, preguntó: «¿cómo debo dirigirme entonces?». La respuesta del hombre de prensa fue simple: «Muchacho, caballero».
Tenemos costrumbes evidemente diferentes. Los confictos bélicos en América la mayor de las veces fueron por cuestiones comerciales, territoriales/estratégicas y de independencia, justamente, de los europeos, pero no se recuerdan antecedentes de guerras étnicas desde 1492 a la fecha.
Si bien Webó preguntó (en Europa, recuerden) si el referí se referiría como «hombre blanco» al señalar a alguien. Vienen a la mente partidos del barrio en el Río de la Plata como cuando un rubio pegaba lindo decían: «el pocalo», «el ruso», «el rubiola».
Está el caso del «Colorado» Mac Allister, y cuando hablamos de «Negro», en Argentina podemos citar al «Negro Gómez… Galván, etc». En Uruguay al «Bombón» Mario González (RIP), o al «Chino» Perea de ascendencia japonesa en Perú.
Son diferentes las idiosincracias. De eso no hay dudas. El debate, para América Latina es ¿está bien que se empiecen a sancionar este tipo de cuestiones, o es sería una hipocresía?
MW
@lostribuneros