El partido entre Junior y Atlético Bucaramanga ha desatado un escándalo en el fútbol colombiano, luego de que el Junior ganara 2-1 gracias a tres penales cobrados por el árbitro José Alexander Ortiz. La controversia principal no se limita a la cantidad de penales, sino a una decisión crucial tomada mientras el VAR no estaba operativo.
El incidente más grave ocurrió cuando el marcador aún estaba en disputa. La cámara del VAR se vio afectada por una pelea entre hinchas en las gradas, lo que obligó a reubicar el equipo. En ese preciso momento, el árbitro sancionó el segundo penal a favor del Junior, una decisión que generó un intenso debate y fuertes protestas del equipo visitante, al no contar con la ayuda tecnológica para una jugada tan decisiva.
Reacciones y un final caótico
La situación escaló con la adición de 12 minutos de tiempo extra. En ese lapso, se pitó un tercer y último penal para el Junior, que a diferencia de los anteriores, pareció ser una falta clara. Sin embargo, la tensión del partido ya era inmanejable.
El técnico de Bucaramanga, Leonel Álvarez, criticó duramente la situación, afirmando que partidos de tal intensidad no deberían jugarse sin la asistencia del VAR. Al final del encuentro, la frustración estalló en una gresca entre los jugadores de ambos equipos. El cuerpo técnico del Bucaramanga manifestó que, a pesar de su buen rendimiento, el resultado final se vio manchado por las polémicas decisiones arbitrales.
El partido ha puesto en el centro del debate la integridad de la competición y el rol del arbitraje en momentos de alta tensión, especialmente cuando la tecnología de apoyo falla.