En un inesperado giro en la historia del fútbol, el Perugia italiano anunció en 2003 la contratación de la estrella del fútbol femenino, Brigit Prinz, para formar parte del equipo masculino. En ese entonces, Prinz, goleadora alemana, contaba con 26 años y acababa de ganar la Copa Mundial Femenina, marcando su nombre en la historia al recibir la Bota de Oro por sus siete goles en el torneo.
Luciano Gaucci, propietario del club en ese momento, desató un revuelo al solicitar autorización a la federación italiana para incluir a Prinz en el equipo masculino, donde se esperaba que compartiera la delantera con el destacado jugador japonés, Nakata.
Sin embargo, la propuesta fue recibida con escepticismo y fue rechazada de manera categórica tanto por la federación italiana como por la FIFA. La idea, calificada como una «verdadera locura», fue descartada de inmediato por los directivos.
Gaucci, conocido por sus excentricidades, había llevado a cabo movimientos audaces en el pasado, como la contratación del hijo del líder libio Muamar Gadafi, Saaid Gadafi, y la apertura a futbolistas de mercados asiáticos emergentes hace dos décadas.
La noción de integrar a Prinz en el equipo masculino se desvaneció con el tiempo, quedando como una anécdota olvidada. Sin embargo, esta historia resurge dos décadas después en un contexto en el que el fútbol femenino experimenta un crecimiento sostenido, evidenciado por el récord de asistencia y audiencia en el último Mundial Femenino.