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El fútbol es un deporte hermoso. Y en la Argentina mucho más. Pero como una flor que se marchita por falta de agua, cada día, cada año, cada fecha se ensucia y enturbia más. No hace falta mucho archivo para comprobarlo. Sólo repasar el bochorno final del partido más importante del país, el River-Boca, donde un espectáculo Deportivo terminó en un escándalo, para colmo generado por los mismos protagonistas desde adentro.
Los que amamos el fútbol, en especial el nuestro, vemos y sufrimos todo el tiempo como se atropella nuestra pasión. Campeonatos desordenados, sin público visitante, con continuos cambios de disputa, a una rueda. Peor aún, con clubes tremendamente endeudados que dicen en casos tener todo bien, con violencia dentro y a veces afuera de la cancha, con cierta clase de gente (barrabravas) operando en ellos y gracias a ellos. Y cuando últimamente el superclásico era limpio sucede lo de este domingo en el estadio Monumental, más allá del raro penal y el mal arbitraje. Cosas que deberían pasar entre niños de escuela primaria, burlarse del rival, que se arme semejante pelea entre todos los jugadores, hasta los suplentes sin entrar, suceden en un River-Boca de la Liga Profesional.
Preguntas llenas de tristeza, de dolor ajeno. ¿Esta es la Liga Profesional de Argentina? ¿Del país tricampeón del mundo en Qatar 2022? ¿Del país de Maradona y de Messi? ¿Es tan bueno el fútbol de aquí? Y si es así, ¿por qué todo este desastre a los ojos del mundo? El balompié nacional está claramente para sesiones de psicólogo. Tanta riqueza, tanta pasión, tanta calidad juntados con tanto desorden y ahora con tanta suciedad. Si un River-Boca de máximo nivel mundial es así, no nos escandalicemos por lo que pasa por ejemplo en el ascenso o, más aún, entre niños en un simple picado. Porque la vergüenza a la vista del planeta de este domingo es, aunque muchos prefieran esquivar y elogiarlo, el reflejo de un fútbol sucio.
Diego Martín Yamus.
diegoperiodista93@gmail.com
