Despegar al machirulo del periodista, ardua tarea

Es todo novedoso. Reciente. Vino de golpe. Lo tomás o lo dejás. El fútbol femenino de la noche a la mañana surgió. Sin preámbulos la AFA armó una liga femenina, dijo arranquen en setiembre y así sucedió.

Claro, en mis planes daba vuelta la idea de «algún día» (en mil años tal vez y si estuviese vivo) cubrir partidos de mujeres. La idea me comenzó a dar vueltas por la cabeza un día que con mi hermana (ultra feminista) y mi cuñado vimos un partido de mujeres televisado desde la cancha de Deportivo Español. Fue por 2017.

Mi hermana decía: «¿Ves?, podés contribuir». Me dejó pensando. La onda en ese momento era «¿cómo?, ¿cuándo?, ¿dónde?» y así fue pasando el tiempo, diluyéndose.

Era mayo de 2019 y estaba en una reunión. Me presentaron a directivos de un club de fútbol naciente. La idea era colaborar como voluntario en la parte periodística. Pregunté de qué se trataba el proyecto:

-Primero arrancamos con fútbol femenino y en un futuro partiremos hacia el masculino- fue la propuesta.

Mi preocupación era concretamente cuándo iban a empezar los varones. Ese era mi foco. Las mujeres ni pasaron por mi mente. Insistí en la pregunta sobre el fútbol masculino y la respuesta era siempre la misma: «Más adelante, ahora el foco son las chicas», cortito.

Acepté colaborar. Me sedujo la idea de formar parte de un proyecto futbolero. Pero, sin formar parte del fútbol femenino. Deporte de «chambonas y pataduras«, era mi concepto.

Nací a principios de los ’70. Me crié en un ambiente cien por ciento masculino. Las mujeres siempre me gustaron y me gustan. Siempre las traté con educación, ahora, con el pasar de los años no sé si con respeto. Otro tema.

La cuestión es que inconscientemente me negaba a formar parte de un proyecto que contemplara el fútbol femenino. Ya había visto partidos y jamás me había puesto a analizar ¿por qué le pegaban mal a la pelota?, ¿por qué eran tan ingenuas?.

Llegó el Mundial de 2019 de Francia. Me negué a mirar partidos. Había perdido mi tiempo, según mi criterio, con el Mundial de 2011. Claro, no tuve en cuenta que el mundo evoluciona. Que ocho años pueden llegar a ser muchos años, depende del ángulo de donde se mire.

Hacía un frío tremendo. Estaba en la redacción subiendo material de fútbol internacional masculino. Planificaba el «diario de mañana». Puse en un televisor gigante que tenemos, un partido del Mundial Femenino 2019. Jugaban las «Gringas» contra Chile. Me generó intriga, al menos, ver cómo jugaban. Había mirado algo del 13-0 sobre Tailandia. No iba a perder mi tiempo con otra masacre en la cancha. Igual lo dejé. No lo miraba sino lo oía mientras seguía con mis quehaceres.

De pronto escuché «gran atajada de la Endler», una vez, luego otra vez. Comencé a mirar más la pantalla. Cada vez más, hasta que me enganché con el encuentro. Me fascinó la arquera chilena. Claudia Endler (luego supe que la llaman por el segundo nombre Christiane), alta, dueña de los reflejos de un gato, carácter firme y todas las dotes de un arquero, sí un arquero.

Comencé a cambiar mi manera de ver las cosas. Hubo un sensible giro. Reflexioné: «Además de periodista soy profe de mujeres, qué flojo lo mío».

Cierto día, mientras dictaba un curso me llegó un mensaje de una persona de la parte del fútbol femenino del club Tigre. «Marce ¿no sacarías unas fotos?». mirando de reojo mientras las alumnas hacían la tarea. Lo pensé un poco. No quería quedar mal con esa persona y acepté.

A regañadientes fui hasta la cancha de Argentino de Merlo. Puse los equipos en una mochila, me subí a la moto y marché. Estaba negado. Andaba conflictuado conmigo mismo. La moto se quedó tres veces en la autopista. Finalmente llegué.

Busqué a la referente. Me presenté. Comencé con las primeras fotos de las «minas». Me deslumbraron. Quedé atónito. Sorprendido. Sentí esa adrenalina que me dan los partidos del masculino. Ya no eran «minas», eran FUTBOLISTAS.

Lleno de júbilo llegué a la redacción. No dudé en contar lo sucedido con Tigre – Argentino de Merlo. El lunes vino la reunión de pre-producción de nuestro programa radial. El entusiasmo me pudo. Nació un nuevo amor. Otra rama de la pasión por la redonda.

Uno de los productores me decía: «No sirve el fútbol femenino». Lo miré y le tiré mil argumentos. Este me paró en seco con una carcajada, hizo un gesto de que me estaba cargando. «¡Dale para adelante!», fue su remate.

Ahora viene algo que me costó y cuesta: la deconstrucción del machirulo. Mucha ayuda. Rodearte con gente útil es lo importante.

Sería redundante contar qué es un machirulo. Pero sí confieso que gracias a la ayuda de mucha gente entendida en el tema del feminismo y, por sobre todo, en la tolerancia, la cuestión se hizo fácil y llevadera. Incluso para mi vida personal.

Los códigos los conozco al ser profesor y tener un alumnado compuesto por un 90 por ciento de mujeres. Pero ¿cómo llevarlos a otro ámbito?

La adaptación fue rápida, lo reconozco. Un poco chocante me pareció, al principìo, que las chicas no tuvieran problemas en expresar sus preferencias sexuales. En el fútbol masculino si te enterás que un jugador es «maricón», va a parar al centro del infierno siendo suplente eterno del mismísimo Diablo.

Fui rápido de reflejos. Me pareció agrio al principio. Luego lo vi con muy buenos ojos. Me di cuenta que son auténticas, que son libres.

Cada vez me fue gustando más el ambiente. Al principio esperaba a un grupo de las fundamentalistas, esas mal llamadas «feminazis» deseándome la muerte. Diciéndome «vos macho alfa acá no entrás«, ese era otro de mis miedos y preconceptos. Pero, nada que ver, en absoluto. No existe.

El respeto por mi persona primero, y luego por el profesional fueron factores preponderantes para que termine siendo un ferviente seguidor del «Femenino».

La solidaridad y la camaradería con otros colegas (hombres y mujeres) sumó. La cordialidad con las rivales, que en la mayoría de los casos termina en amistad, es otro de los condimentos.

El camino de la deconstrucción sigue su marcha. Si lo lograré o no, nunca se sabe. La vida es una máquina de enseñar y nunca se acaba de aprender.

Seguir el fútbol femenino. Respetar al sexo femenino, admirarlo y honrarlo no te hace «marica» ni débil: te hace gente.

Otro día voy a contar el día que la arquera me embobeció con sus atajadas espectaculares. Ella lo contó una vez en el programa de radio donde trabajo, pero saldrá de mi teclado.

Soy Marcelinho Witteczeck
(Marceliño Bitechec se pronuncia este trabalenguas portugués/polaco)

@lostribuneros

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