Es lamentable que un futbolista merezca párrafo aparte por cuestiones fuera del juego. Es sin duda el caso de Dedé, el zaguero del Cruzeiro que en los dos partidos de cuartos de final de esta Copa Libertadores ante Boca fue noticia por sus locuras, su deslealtad al rival, tanto en la Bombonera como esta noche en el Mineirao. De nada le sirvió, sólo para dejar a su club con un jugador menos en el momento de buscar el 2-0 necesitado. Pero claro que grabó vergonzosa huella.
Como se recuerda, en la ida fue el culpable de que el arquero refuerzo boquense Esteban Andrada no actúe por dos meses, al golpearlo peligrosa e irresponsablemente con el codo en un salto en un centro y ocasionarle fractura de maxilar. Pero en la vuelta ante su gente se portó peor. Casi dio un lamentable show de brusquedades. Primero con una plancha a Agustín Rossi, que impidió que el gol de Hernán Barcos sobre el cierre del primer tiempo valiera. Luego en el reinicio, cuando una acción similar cansó al correcto árbitro uruguayo Cunha y éste lo amonestó. Como si no le bastara de escarmiento, a los 36 minutos golpeó sin pelota a Cristian Pavón y vio al fin la tarjeta roja que tanto quería.
Dedé no debió jugar esta vuelta, pero la desastrosa, caótica CONMEBOL lo premió con un indulto inesperado de su expulsión en cancha de Boca. Hoy terminó de ser noticia, pero es claro que se equivocó de deporte.
Diego Martín Yamus.
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