El Camp Nou, o lo que queda de él tras la obra, presenció anoche una nueva edición de su género favorito: el drama europeo con final amargo. Lo que comenzó como un prometedor guion de cine, con el Barcelona luciendo un traje de gala inesperado y un gol de Ferran Torres (19′) que olía a esperanza, terminó en el 1-2 de siempre. Una derrota que, más que un revés, es una puñalada con acento parisino y un déjà vu doloroso.
La sociedad Yamal-Rashford —dos nombres que suenan a Fantasy mal calibrado—, funcionó por un momento. El canterano, la única nota fresca, sirvió el pase y Ferran, siempre oportuno cuando el marcador no importa, hizo lo que tenía que hacer. El guion de Xavi iba a la perfección.
Pero en Europa, al Barça le dura la alegría lo que un tuit bien intencionado. Y el PSG, con esa paciencia de quien sabe que el rival se tropezará solo, esperó. El empate de Senny Mayulu (38′), asistido por un Nuno Mendes imparable, no fue un gol, fue la primera gota de ácido sobre la herida.
La Expulsión: El Drama en 4K
Y entonces llegó el momento que definirá el resto de la temporada y media vida de debates en chiringuitos virtuales: la expulsión de Ronald Araujo. Una falta sobre Barcola que, si bien es discutible en su rigor, resultó ser la piedra Rosetta para descifrar la derrota culé. Diez jugadores durante más de una hora contra un equipo diseñado con petrodólares es, en el fútbol moderno, un suicidio asistido. Xavi lo resumió con elegancia: «La expulsión cambió el curso del partido«. No, Xavi, la expulsión fue el curso del partido.
A partir de ahí, el 45% de posesión del Barça se sintió como una burla y los 3 tiros al arco como un chiste. El equipo se dedicó a nadar contra la corriente, exhausto, viendo cómo el PSG se frotaba las manos, dominando el centro del campo con el 55% de posesión y generando 7 tiros a puerta con la tranquilidad del que roba un dulce a un niño.
El Cierre: Un Vencedor y Un Sentenciado
El PSG, que antes había remontado al Barcelona con una épica memorable, esta vez no necesitó el mismo esfuerzo. Se limitó a esperar el colapso. Y este llegó, claro que sí, en el descuento. Gonçalo Ramos (90′), con pase de Hakimi, anotó el gol de la victoria. Un tanto que no solo cerró el marcador, sino que clausuró, una vez más, la aventura europea del club catalán.
Mbappé, que siempre aparece cuando hay sangre, sonrió en las declaraciones: «Logramos con trabajo en equipo y determinación«. Sí, determinación, y también un poquito de ayuda arbitral y mucho de la fragilidad mental que persigue al Barcelona en las noches grandes.
Mientras los hinchas del PSG celebraban la «remontada histórica» de un partido que iban ganando en la ida, la afición culé se desahogaba en redes sociales, repartiendo culpas entre el árbitro, la directiva y el karma. La consecuencia es innegociable: Eliminación del Barcelona, críticas a la gestión y el viaje del PSG a semifinales contra el Bayern, donde quizás el glamour y la chequera no sean suficientes.
Una noche más donde el Barcelona demostró que su verdadero rival en Champions no son los millones del jeque, sino el fantasma de sus propios errores. La historia se reescribe, pero el final en Barcelona sigue siendo el mismo: drama, lamento y la certeza de que el pasado no se borra, solo se repite.